«EL QUE PERMANECE EN MI DA MUCHO
FRUTO…»
Queridos hermanos y hermanas:
En este V
domingo de Pascua, la liturgia nos presenta la página del
evangelio de san Juan en la que Jesús, hablando a los discípulos durante la última Cena, los
exhorta a permanecer unidos a él como los sarmientos a la vid. Se trata de una parábola realmente
significativa, porque expresa con gran eficacia que la vida cristiana es
misterio de comunión con Jesús: "El que permanece en mí y yo en él
—dice el Señor—, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer
nada" (Jn 15, 5). El secreto de la fecundidad espiritual es
la unión con Dios,
unión que se realiza sobre todo en la Eucaristía, con razón llamada también
"Comunión". Me complace subrayar este misterio de unidad y de amor en
este período del año, en el que muchísimas comunidades parroquiales celebran la
primera Comunión de los niños. A todos los niños que en estas semanas se
encuentran por primera vez con Jesús Eucaristía quiero dirigirles un saludo
especial, deseándoles que se conviertan en sarmientos de la Vid, que es Jesús,
y crezcan como verdaderos discípulos suyos.
Un camino seguro para permanecer unidos a
Cristo, como los sarmientos a
la vid, es recurrir a la intercesión de María, a quien veneramos particularmente
recordando las apariciones de Fátima, donde en 1917 se manifestó varias veces a
tres niños, los pastorcitos Francisco, Jacinta y Lucía. El mensaje que les
encomendó, en continuidad con el de Lourdes, era una fuerte exhortación a la
oración y a la conversión, un mensaje de verdad profético, considerando que el
siglo XX se vio sacudido por destrucciones inauditas, causadas por guerras y
regímenes totalitarios, así como por amplias persecuciones contra la Iglesia…
Aunque no faltaron preocupaciones y
sufrimientos, y aunque existen motivos de preocupación por el futuro de la
humanidad, consuela lo que la "blanca Señora" prometió a los
pastorcitos: "Al final, mi Corazón inmaculado
triunfará".
Con esta certeza, nos dirigimos ahora con confianza a María santísima, agradeciéndole su constante intercesión y pidiéndole que siga velando sobre el camino de la Iglesia y de la humanidad, especialmente sobre las familias, las madres y los niños.
Con esta certeza, nos dirigimos ahora con confianza a María santísima, agradeciéndole su constante intercesión y pidiéndole que siga velando sobre el camino de la Iglesia y de la humanidad, especialmente sobre las familias, las madres y los niños.
Benedicto XVI, pp emérito
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