«DESPUÉS, JESÚS FUE LLEVADO AL CIELO Y SE SENTÓ A LA DERECHA DE DIOS»
Desde
que Cristo resucitó nos ha convocado a Galilea. A la vida, donde está y
transcurren los acontecimientos de la gente: “Id
a Galilea y allí me veréis”. Si como decimos en
Navidad, “la cosa empezó en Galilea” y es, en la Galilea de la vida, donde nos
encontramos con la cita del Resucitado. Ahora, desde un monte, en Galilea, se
realiza la Ascensión del Señor. Sube para seguir estando con los de abajo.
Desaparece de nuestros ojos, pero no se aleja porque está con nosotros “hasta
el final de los siglos”.
Se
va, pero se queda y nos descubre que la vida cristiana es subir y bajar.
Subimos con el Señor. Ascendemos a lo más alto del cielo de su Corazón y Él nos envía a los que no conocen el Amor
de los Amores, a
los que viven en todas las periferias y en el valle de la desfiguración y de
las lágrimas.
El
Misterio de la Ascensión, el ser elevado, forma parte única de la primera
elevación en la Cruz derramando su sangre redentora. En la
segunda elevación, resucitado, para que tengamos vida y la tengamos en
abundancia, y, ahora, en la última elevación, es
ascendido a lo más alto del cielo, como persona divina con su naturaleza humana.
Ahora,
en la Trinidad, podemos contemplar la humanidad de Cristo. Un Corazón humano
que late de Amor “por amor a nosotros los hombres y por nuestra salvación”.
Ahora, por la Ascensión, ninguna persona puede decir con argumentos que está
sola. La soledad y el vacío lo llena de la presencia del Señor Resucitado y
Ascendido, en nuestro corazón.
La
Ascensión nos recuerda que el Señor no quiere que vivamos “mirando al cielo”,
sino que bajemos al mundo para que los hombres se encuentren con el Cielo que
es Cristo, lo que les hará salir de tantos problemas que los corazones humanos,
a veces, no pueden digerir.
El Señor nos dice que sigue con nosotros,
como con los de Emaús, “hasta el final de los tiempos”.
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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