«PAZ A VOSOTROS… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»
El Espíritu Santo el gran desconocido, es el don del Resucitado
que tiene como misión formar en nosotros los sentimientos de Cristo.
En el domingo de Pentecostés la Iglesia se manifiesta
como una santa católica y apostólica. No hay evangelización si no somos
enviados por el Espíritu Santo desde la intimidad del cenáculo para la vida del
mundo. Sin intimidad con Cristo Eucaristía no puede haber fecundidad. Sin la
reconciliación, sin el Espíritu Santo que nos envía el Resucitado para sembrar
la paz del corazón, no se puede dar sin el perdón de los pecados.
Siempre que Jesús habla de sed, de agua viva, de
fuente, de manantial no está lejos el Señor y dador de vida. Siempre la tercera
persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, se nos ofrece a través de
sus dones y de sus frutos como el artífice de la santidad. San Juan siempre que
presenta al Espíritu Santo nos habla de la profunda humildad de Jesús que tiene
un Corazón manso y humilde y que ha sido formado en las entrañas purísimas de
la Virgen por obra y gracia del Espíritu Santo. Es el Corazón de Jesús que en
la fiesta de los tabernáculos grita sacerdotalmente, quien tenga sed que venga
a mí y beba y de sus entrañas brotaran torrentes de agua viva y matiza Jn 7,
que se refería al Espíritu Santo que actúa en los cristianos. Actúa por la gracia en el
corazón de todos los bautizados.
San Agustín decía contemplando la Trinidad que el Padre
es el Amante, el Hijo es el Amado y el Espíritu Santo es el Amor.
Pentecostés
era la fiesta para los israelitas de la cosecha. La gran cosecha del
Resucitado, sembrado con lágrimas en la Pasión, ha dado como fruto de cosecha
del Espíritu Santo que tiene como misión, el conducirnos a lo mismo que condujo
a Jesús y que es la santidad
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
Primado de España
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