«YO SOY EL CAMINO Y LA VERDAD Y LA
VIDA»
Jesús nos sigue revelando en plenitud el misterio de la Trinidad, donde
el Amor del Padre es el artífice de la Redención, muerte y resurrección de Cristo
para la vida del mundo.
Será el Espíritu Santo Señor y dador de vida, el que enviado por el Hijo
desde el seno del Padre, tendrá como misión suscitar en nosotros los
sentimientos de Cristo, la evangelización de los pobres.
Hoy el evangelio de Juan nos dice que
Jesús es el camino de la vida Verdadera. No hay que buscar otros caminos ni atajos. Viviendo por
Cristo, con El, y en El, descubrimos que todos quienes han visto
a Jesús se han encontrado con el Padre. La conocida meditación de San Ignacio de Loyola, en la
segunda semana de Ejercicios espirituales, nos presenta a la Trinidad
contemplando un mundo necesitado de Redención y diciendo el Padre en plural, háganos
redención y el Verbo se encarna, el Hijo amado del Padre... por nosotros los
hombres y por nuestra salvación bajo del cielo. Desde que comenzamos la
cuaresma con el miércoles de ceniza, camino hacia el Corazón de la redención,
que es el Triduo pascual y en estos momentos de las cincuentena pascual, la
Trinidad sigue apareciendo e invitándonos a conocer en profundidad el misterio
del Amor de Dios, revelado en Jesucristo muerto y resucitado, vivo para siempre
en la Eucaristía.
Aparece también la paciencia de Jesús con
sus apóstoles y discípulos que no se enteran, como nos ocurre a nosotros, de la
incondicionalidad de su Amor. La paciencia es esencial en la vida cristiana y
en la evangelización. Como repetía el Hermano Rafael, toda la ciencia consiste
en saber esperar. Cuanta paciencia derrocha el Señor con los suyos, a los cuales les está
explicando una y otra vez sus grandes misterios, en favor suyo y no se
enteran... muéstranos al Padre y nos basta. Y el Señor con paciencia escucha y sigue sembrando. El
papa Francisco repite continuamente para todos los formadores y educadores la
necesidad de una dosis inmensa de paciencia, porque cuando creemos que todo está perdido,
el Señor nos sorprende con frutos de nuestra siembra en los corazones, que nos
recuerda lo del salmo... los que sembraban con lágrimas cosechan entre
cantares.
Avanzamos con el Padre hacia Pentecostés. El fruto que nos
ha conseguido con su muerte y resurrección el Señor ha sido el Espíritu Santo. Comienza
cada vez más a salir en el Evangelio y recogido en muchos textos litúrgicos, el
Espíritu Santo que a través de Jesús se va revelando su profunda
identidad trinitaria. Es una gozada descubrir como a través de sus siete dones
y de sus frutos, especialmente el amor, la paz y la alegría, el Espíritu Santo
como Maestro interior, va formando en nosotros una sabiduría y una fuerza para
testimoniar ante el mundo el Amor de Dios que vence nuestros miedos y
dificultades.
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
Primado de España
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