«Y VOSOTROS,
¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?»
Esta escena llamada
la confesión de Pedro en Cesarea de Filipos, siempre me ha conmovido en mis
ratos de oración. Primero, porque es la primera y única encuesta de la que
tenemos constancia en todo el Evangelio. ¿Y vosotros quién decís que soy yo? Todos responden. Jesús les escucha. Escucha las opiniones que le transmiten sobre Él. Ante
todo, buenas y potables. Probablemente dirían barbaridades sobre Jesús.
Por otra parte, la pregunta clave, la que
cambia nuestra historia y nuestra vida, la ruta de nuestra existencia es esta.
¿Y vosotros quién creéis que soy yo? ¿Quién
soy Yo para ti? En esta respuesta es donde nos jugamos la
vida, la existencia, los momentos delicados y difíciles de la vida. De esta contestación dependen las
grandes decisiones de nuestra vida.
Decir: “Jesús es el Hijo de Dios Vivo”,
nos cambia la vida y la existencia. Es descubrir que nada ni nadie nos podrán
arrebatar el Amor de Jesús. Es
un cambio que hace que a nuestra
vida le crezcan las alas del amor y de la libertad. Sin el descubrimiento del
Amor de Jesús nuestra vida no tiene sentido, se agota, se acaba. Es necesario
volver siempre a la alegría y al gozo del Evangelio. Sin ese amor total al
Señor nuestra vida sigue instalada en la mediocridad y en la tristeza.
Decirle al
Señor que Él es el Hijo de Dios Vivo, es volver a la alegría y al gozo de que
hemos conocido el Amor que se entrega totalmente a los pobres.
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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