…Y ADORANDO QUEDÓ POSTRADO.
DE LA LEYENDA
EUCARÍSTICA DEL PANGE LINGUA
ADORADORES OFICIALES
Lo son quienes en la Iglesia de Dios toman de su cuenta el Oficio de adorar. Porque no todos los que se postran a orar delante de la Divinidad —que es lo que se entiende por adorar— son adoradores oficiales. Pudiera decirse de ellos, que son adoradores de ocasión; que sólo cuando esta ocasión se les presenta —o bien la buscan ellos— doblan sus rodillas y hacen oración… o no la hacen. Pero, aun sin hacerla, la sola postración les abre perspectiva de adoradores; de adoradores de ocasión.
Los
Adoradores de Oficio, menos en número, son de más selecta categoría: Y son
ellos Mismos los
que de voluntad explícita solicitan él Oficio de adorar, que les hace
cortesanos del Rey de los Reyes.
Hay
Adoradores de Oficio en algunas Congregaciones de Religiosos, dedicadas fundamentalmente
a la Divina Eucaristía. Y lo son por voto expreso, que hacen de adorar, y cuya adoración
profesan como fin determinante de su vocación religiosa.
Y
hay Adoradores, también de Ofidio, en el estado secular cristiano; en el que
desarrolla la piedad sus ejercicios devotos: Los más destacados de entre estos
Adoradores seculares somos nosotros, los Adoradores Nocturnos
del Tabernáculo abierto, delante del que transcurren suaves y dulces nuestras
Vigilias. Y digo, que somos los más destacados, por el sacrificio corporal del
insomnio, que nuestro alto y envidiable Oficio nos impone.
La
vocación al Oficio de adorar nos viene de Dios, que se dignó elegimos
entre millares, valido, a veces, de las causas segundas, por medio de las que
se cumple la Voluntad soberana dé la Providencia excelsa y que nos parecen
casualidades. Porque a nosotros se nos puede y debe aplicar la amonestación
oportuna del Divino Maestro a sus Apóstoles, ufanos de seguirle a Él, para que
no presumieran de ello: «No
sois vosotros quienes me habéis elegido a Mí; que soy Yo quien os elegí a
vosotros...». (Ev.
de San Juan XV, 16.)
Esta vocación nuestra,
qué nos lleva a pedir el ingreso en las filas de la milicia pacífica de los
Adoradores Nocturnos de Jesús Sacramentado, nos
la confirma la Obra con la facultad que le confiere la Iglesia. Y
buena prueba de que todo esté movimiento es de Oficio, y no de ocasión, son la
entrega del distintivo; la jura de la Bandera blanca, la inscripción de nuestro
nombre en un Turno y el señalamiento de nuestra hora de vela en el reclinatorio
de las audiencias nocturnas del Señor...
Y
aún nos queda un noviciado que hacer; que es el tiempo de prueba de si servimos
para el Oficio.
Decidme ahora: ¿Somos, o no, Adoradores
Nocturnos... Oficiales? Se puede ver que lo somos en que tomamos de nuestra
cuenta el dulce compromiso de no dejar vacante a nuestra hora el reclinatorio
de nuestra vigilia.
CRUZ DE LA CRUZ, Adorador Nocturno Español (Madrid
1961)
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