LA QUE DIOS HA UNIDO, NO LO
SEPARE EL HOMBRE
Hoy, domingo 4 de octubre,
comienza el Sínodo de los Obispos sobre la familia que se prolongará hasta el domingo 25 de octubre. Representantes
de los obispos de todo el mundo con el Papa, invitados seglares, varones y
mujeres, matrimonios. Cerca de 500 personas intervienen en este magno
acontecimiento, que ha sido largamente preparado y ha suscitado gran interés
por los temas a tratar: "La vocación y la misión de la familia en la
Iglesia y en el mundo contemporáneo". Ciertamente, la familia es un
proyecto precioso de Dios para hacer felices a los hombres. Y al mismo tiempo
constatamos que la familia atraviesa una fuerte crisis en nuestros días con
ataques que la ponen en peligro. Oremos por el Sínodo de los Obispos para que,
junto al Papa, orienten al mundo de hoy sobre los caminos pastorales para
ayudar a la familia a cumplir su vocación y su misión hoy.
Y en este
domingo nos sale al encuentro Jesucristo con su enseñanza sobre el matrimonio,
fundamento de la familia según el
plan de Dios. A Jesús le plantean el tema del divorcio, porque el hombre de todos los tiempos ha vivido
este problema, y en nuestros días constituye una verdadera plaga. ¿Puede el
hombre casarse con otra mujer, o la mujer con otro hombre? Jesús
responde: No. Si se une a otro/a comete adulterio. Y amplía el horizonte: no sólo la mujer comete
adulterio, también el varón, si se va con otro/a. Jesús nos da así una lección
de igualdad. Si el marido o la mujer, dejando a su primer cónyuge vive
maritalmente con otro/a, comete adulterio. Porque lo que Dios ha unido, no lo separe el
hombre.
Algunos han
tenido la osadía de proponer que la Iglesia suprima esta enseñanza de Jesús, como si la
Iglesia pudiera hacer lo que quisiera, incluso contradiciendo la enseñanza de
su Maestro. Pero la Iglesia no es dueña arbitraria, sino esposa
fiel de su Señor. Y cuenta con la gracia de Dios para llevar a la
práctica lo que parece imposible para los hombres, pero es posible para Dios.
Manteniendo
firme la enseñanza del Señor,
que es lo único que puede hacer feliz el corazón del hombre, la Iglesia quiere
acercarse a sus hijos que sufren por la fractura de su matrimonio. Y quiere
tender su mano hacia los que viven separados o divorciados, e incluso han
comenzado una nueva relación. Quiere acogerlos como hijos, de manera que no se
sientan excluidos o excomulgados,
quiere incorporarlos a la vida de la Iglesia, en la parroquia, en la diócesis,
en las asociaciones, aunque no puedan recibir los sacramentos.
Y en este sentido el Papa Francisco ha reformado
los procesos de declaración de nulidad matrimonial, haciendo más ágil el procedimiento y, por tanto,
abaratando sus costes o haciéndolos incluso gratuitos. No se trata de un
divorcio exprés a lo católico. No. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre. Nadie por tanto puede deshacer –ni siquiera el Papa- lo que Dios ha
unido por voluntad de los esposos en el sacramento del matrimonio. Pero hay
situaciones en las que no hubo matrimonio, por algún defecto importante. Y eso
¿quién lo decide? –El Obispo con su tribunal eclesiástico, puesto al servicio
de los fieles que lo soliciten. Presentado el caso ante el párroco o en el
mismo obispado, se estudia atentamente la situación y el obispo puede dictar
sentencia de que aquel matrimonio, que parecía matrimonio y todos tenían por
matrimonio, resulta que no lo fue, y explica las razones. La sentencia
eclesiástica no es un divorcio, sino un reconocimiento de que allí no hubo
matrimonio.
Tendremos
que explicar bien esto a los fieles. Porque es muy importante la reforma del
proceso, pero no debe inducir a equivocación de que la Iglesia acepta el
divorcio. El matrimonio en el plan de
Dios sigue siendo indisoluble, uno con una para toda la vida. La reforma del
Papa hace más rápidos tales procesos. Sólo los que piensan que su matrimonio no
fue tal matrimonio, podrán acudir al obispo, que estudiando el caso, verá si
hubo o no hubo matrimonio, y dictará la sentencia correspondiente.
Oremos durante estas semanas por el Sínodo
de los Obispos, reunidos con el Papa en Roma. De este acontecimiento esperamos
luces y caminos para acompañar a todas las familias, de manera que vivan su
vocación y su misión tan preciosa en la Iglesia y en el mundo de hoy.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+
Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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