EL VALOR DE LA ANCIANIDAD
Amadísimos hermanos y hermanas:
… la
tradición, que se remonta al evangelio apócrifo de Santiago, venera a San Joaquín
y Santa Ana, como padres de la santísima Virgen María. Esta circunstancia me impulsa a
decir algunas palabras sobre la ancianidad y su valor…
La así llamada «tercera edad» es, ante todo, un valor en sí, por el hecho de la vida que se prolonga, y la vida es
don de Dios. Además, es portadora de «talentos» peculiares, gracias al patrimonio
de experiencias, conocimientos y enseñanzas que atesora el anciano. Por
eso, en todas las culturas la ancianidad es sinónimo de sabiduría y equilibrio. Con su misma presencia, la persona
anciana recuerda a todos, y en especial a los jóvenes, que la vida en la tierra
es una «parábola», con su comienzo y su fin: para alcanzar su plenitud, ha de
referirse a valores sólidos y profundos, no efímeros y superficiales.
En las sociedades con un gran desarrollo industrial y tecnológico, la
condición de los ancianos es ambivalente: por una parte, están cada vez menos integrados en el
entramado familiar y social; pero, por otra, su papel se vuelve cada vez más
importante, sobre todo para el cuidado y la educación de los nietos. En efecto,
los matrimonios jóvenes encuentran en los «abuelos» una ayuda a menudo
indispensable.
Así pues, por un lado,
el anciano es marginado, y, por otro, es buscado. Todo esto muestra el
desequilibrio típico de un modelo social dominado por la economía y el lucro,
que tiende a perjudicar a las clases «no productivas», considerando a las
personas más por su utilidad que por sí mismas.
… En
el umbral del Nuevo Testamento, precisamente san Joaquín y santa Ana preparan
la venida del Mesías, acogiendo a María como don de Dios
y ofreciéndola al mundo como inmaculada «arca de la salvación». A su vez, según
el evangelio apócrifo de Santiago, luego son acogidos y venerados por
la Sagrada Familia de Nazaret, que se convierte así en modelo de amorosa asistencia con respecto
ellos.
Imploro a san Joaquín y
a santa Ana y, sobre todo, a su excelsa Hija, la Madre del Salvador,
inteligencia de amor para los ancianos, a fin de que en nuestra sociedad «la
familia sepa conservar, revelar y comunicar el amor» (cf. Familiaris consortio,
17).
Oración:
Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a
santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo; concédenos,
por la plegaria de estos santos, la salvación que has prometido a tu pueblo.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
San Juan Pablo II, pp.
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