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DAD TESTIMONIO DE LA VERDAD »
San Pablo en la Carta a los Efesios dice: somos
los elegidos por Dios en Jesucristo. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en
los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación
del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;
eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que
nos agració en el Amado” (Ef 1,3-6).
Ésta es la respuesta que nos da hoy San Pablo a la pregunta “¿quién
soy?”. Y la desarrolla en las
restantes palabras del mismo texto de la Carta a los Efesios. He aquí la
ulterior etapa de esta respuesta: Somos redimidos; estamos colmados por la
remisión de los pecados y llenos de gracia; estamos llamados a la unión con
Cristo y, luego, a unificar todos en Cristo.
Y no es ése todavía el final de esta
respuesta paulina: Estamos llamados a existir para gloria de la Majestad
divina; participamos de la palabra de la verdad, en el Evangelio de la
salvación; estamos marcados por el sello del Espíritu Santo; somos partícipes
de la herencia, en espera de la completa redención, que nos hará propiedad de
Dios. Tal es la respuesta paulina a nuestra pregunta. Hay mucho que meditar en
ella. El eco de las palabras de la Carta a los Efesios no puede quedarse en los
límites de una lectura, no basta escuchar una sola vez. Deben permanecer en
nosotros. Deben seguir con nosotros. Son palabras para toda una vida. A medida
de eternidad.
El sacrificio en que participamos, la
Santa Misa, nos da también cada vez la respuesta a esa pregunta fundamental:
“¿quiénes somos?”.¿Qué debemos hacer? Quizá la respuesta a esta pregunta no surge, de la
liturgia de la Palabra divina de hoy, con la misma fuerza de la referente a la
pregunta “¿quiénes somos?”. Pero también es una respuesta fuerte y decisiva.
Dios dice a Amós: “Ve a profetizar a mi pueblo, Israel” (Am 7,15).
Cristo llama a los doce y comienza a
enviarlos de dos en dos (cfr. Mc 6,7). Y les ordena que entren en todas las
casas y de ese modo den testimonio. El Concilio Vaticano II ha recordado que
todos los cristianos, no
sólo los eclesiásticos, sino también los laicos, forman parte de la misión profética de
Cristo. No hay duda alguna, por
tanto, respecto a “qué es lo que debemos hacer”.
Sigue siendo siempre actual, la pregunta
¿cómo debemos hacerlo? El salmo responsorial de hoy nos asegura que “la
misericordia y la verdad se encontrarán...”. “La verdad florecerá sobre la
tierra”. Sí; la verdad debe florecer en cada uno de nosotros; en cada corazón.
Sed fieles a la verdad. Fieles a vuestra vocación. Sed fieles a
Cristo que libera y une. Como un rayo de luz de la liturgia de hoy: A
fin de que el Señor Nuestro, Jesucristo, penetre en nuestros corazones con su
propia luz y nos haga comprender
cuál es la esperanza de nuestra vocación (cfr. Ef. 1,17-18).
Que se realice este deseo por intercesión
de la Virgen, ante la cual hemos meditado la Palabra divina de la liturgia de
hoy para poder continuar celebrando el sacrificio eucarístico.
San Juan Pablo II, pp
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