« ¿NO ES ÉSTE EL CARPINTERO…? »
Hay personas, con tono de
añoranza, que afirman que habrían sido muy afortunadas si hubieran podido
conocer personalmente a Jesús. Y añaden que su fe sería mucho más fuerte y
firme, más contagiosa y misionera, si hubiera sido alimentada por la
experiencia incluso física y sensible de haber visto y oído al Señor. Es fácil
adivinar lo gratificante que sería para todo cristiano el poder escuchar a
Jesús y caminar a su lado y tras Él, como lo hicieron sus inmediatos discípulos,
compartiendo sus andanzas, sus signos y milagros. Sería muy gratificante, sí,
pero esto no da la fe.
El Evangelio de este domingo nos habla
precisamente de cómo Jesús no fue aceptado ni creído por los suyos,
por sus paisanos. Allá en la sinagoga de su pueblo, al llegar el sábado la
multitud se aprestó a escucharle. Pero se preguntaba con asombro: ¿de dónde
saca todo eso que nos dice? ¿Pero no es el carpintero, el hijo de la señora
María...? Y no le creyeron.
Llega a decir el Evangelio que no pudo hacer milagros, por la falta de fe de
aquellos oyentes y videntes. Dirá entonces Jesús una frase célebre, que ha
pasado al decir popular: nadie
es profeta en su tierra, ni en su casa, ni entre su gente.
Lo que hay de fondo en toda esta cuestión, es la cotidianeidad,
la sencillez de cada día en la que Dios se ha querido manifestar y revelar.
Acaso si el Mesías se hubiera presentado de un modo estrafalario, estrambótico,
con mucha parafernalia, a bombo y platillo, con alharaca y tronío..., entonces
habrían aceptado su palabra. De hecho así esperaban algunos grupos al Mesías.
La
respuesta de Dios entonces y siempre, suele tener ese tono sencillo y
cotidiano. Él puede responder en un momento dado a través de lo
extraordinario y excepcional, pero suele responder, más bien, en los avatares y
personas del cada día. Quienes le esperaban en la prepotencia y notoriedad
política, religiosa, terrorista (que para todo había), fueron incapaces de
reconocer el Rostro de Dios y su Palabra en Jesús. Santa Teresa lo dirá con su
acostumbrado gracejo diciendo que “Dios está entre los pucheros”. Y eso es lo
que nos dice el Evangelio de este domingo: descubrirle
en los entresijos de nuestros días laborables y festivos, en
los momentos sublimes o vulgares, en los esperados o sorpresivos. Jesús está mucho más cerca de lo que
pensamos, porque también Él es “paisano” nuestro, y camina en
nuestras calles, y nos habla en nuestros lenguajes. Pero también hoy, como
siempre, sólo los de corazón sencillo y pura mirada, son capaces de reconocer a
quien nunca se marchó de nuestro lado.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario