SEPTIEMBRE: Eucaristía y Doctrina
Social de la Iglesia
Eucaristía y vida económica
Introducción.
Vamos a abordar en esta ocasión el
contenido del capítulo VII del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
dedicado a “La vida económica” (pp. 165-190). Se trata de considerar las exigencias morales de la
actividad y ordenación de la economía dentro de la Sociedad, tanto a nivel local como a nivel nacional o, incluso,
internacional. Precisamente, uno de los rasgos de la economía actual es su alto
grado de dependencia internacional (la llamada “globalización” de la economía).
Intentaremos destacar las principales enseñanzas de la Iglesia sobre esta
materia y ver de qué modo la vivencia de la Eucaristía y nuestra espiritualidad
eucarística puede ayudar a la vida, según estos principios morales.
Aspectos bíblicos y morales (CDSI pp. 165-171).
El fundamento
de la economía, desde la tradición bíblica, está en servir al ser humano y
ayudarle a hacer un uso y una explotación de los bienes de la creación, que
ayuden a todos a vivir dignamente y poder, en el ejercicio de su libertad,
capacidad y esfuerzo, desarrollarse conforme al designio de Dios.
En la
perspectiva de la Revelación, los bienes de la creación son para todos los
seres humanos, los que viven ahora y las generaciones futuras. Un reto de
desarrollo y de solidaridad, así como una responsabilidad de custodia y
conservación, mirando al futuro. La propiedad es un derecho de uso, que todos
tienen, que admite diferencias, pero que no puede tolerar ni exclusiones ni
abuso. Como afirmó san Juan Pablo II, la propiedad tiene una hipoteca social. El Compendio insiste en los límites morales frente a
riqueza y pobreza y en la exigencia de compartir las riquezas de la tierra y
del ingenio y laboriosidad humanos.
La actividad económica no sólo ha de estar sometida a
principios morales, requiere una moralidad de los sujetos que la gestionan, para que se conciba y rija verdaderamente al servicio
del bien común. En este contexto, se aborda la posición de la Iglesia frente al
“capitalismo” o “economía libre” (CDSI n. 335,
p. 171), marcando las exigencias que ha de
respetar en el orden ético y religioso (sigue aquí a la encíclica Centesimus
annus, n.42). Ya en su momento la Iglesia manifestó los graves errores
morales del planteamiento “socialista”, al negar el derecho a la propiedad
privada y al plantear modelos totalitarios para la economía y la Sociedad (vid.
también Centesimus annus, n. 15).
Iniciativa privada y empresa,
instituciones económicas al servicio del hombre (CDSI pp. 171-182).
En estos
dos apartados del capítulo VII del Compendio que aquí presentamos se trata
sobre todo de la “empresa”, del “mercado”, del Estado y de los “cuerpos
intermedios” (agrupaciones sin fin de lucro nacidas en la sociedad civil).
Todas estas realidades, armoniosamente conjuntadas, han de servir al bien común
y son el cauce ordinario para el desarrollo personal de los seres humanos y del
desarrollo de la misma Sociedad en su conjunto.
La empresa y su legítima obtención de beneficios
constituyen el nervio y la fuerza de la economía libre. La empresa, ciertamente, adopta modalidades muy
diversas en función de su tamaño y de su modo de organizarse (familiar,
cooperativa, sociedad [anónima o limitada], estatal…). En todo caso, ha de
servir para generar “productos” deseados, ofrecer posibilidades de trabajo y
conseguir legítimos beneficios. Cuanto más abierta a su constante adaptación
(investigación, desarrollo…) y cuanto más comprometida con su medio social
(dando trabajo de calidad, produciendo buenos productos, cuidando del medio
ambiente y de la promoción humana), la empresa responde mejor a los objetivos
que le son propios.
Al Estado
corresponde subsidiariamente suplir a la iniciativa privada en casos de urgente necesidad de ordenación
sectorial, de promoción del trabajo, de atención a necesidades sociales básicas
y coordinación de esfuerzos, en orden al bien común. Hoy se hace urgente
afirmar también una autoridad internacional supraestatal capaz de poner orden y
minimizar los desequilibrios de un desarrollo económico planificado
globalmente. El “libre mercado” es el que facilita la creación y desarrollo de
empresas, o las adaptaciones de las ya existentes a nuevos retos. Pero, si es
necesario perseguir el beneficio para que las empresas, muestren su sentido y operatividad, éste no puede
convertirse en el único objetivo de las mismas; es preciso que, reguladas por el mercado y vigiladas
por el Estado, velen también por una justa redistribución de dichos beneficios y por la repercusión social de los mismos. Los
“cuerpos intermedios”, así como agrupaciones de empresas o asociaciones
“gremiales”, en el marco de una economía libre, pueden cooperar con individuos
y empresas para conseguir ampliar y mejorar el funcionamiento de las
mismas y contribuir al cumplimiento económico y social de las mismas.
En este contexto el CDSI (pp.
181-182, nn.358-360) trata también del “ahorro” y del “consumo”. Éste es uno de
los puntos de mayor confrontación entre las perspectivas morales y económicas y, dentro de la economía, entre las diversas escuelas
o teorías económicas. La idea de que una economía funciona y crece sólo si se
consigue aumentar el consumo
(generando producción o gastando los acumulados de productos) se ha de
contrastar. Esta tendencia, que puede disparar la inflación, induce además
fácilmente al consumismo, el ser humano considerado como mero productor-consumidor.
De este modo, el presunto desarrollo económico arrastra un coste social elevado
que se ha de tener presente y compensar, con mecanismos reguladores y
correctores. El fomento del ahorro, mucho más presente en otras épocas
culturales, es también importante, si es un ahorro que se traduce en
“inversión”, generando desarrollo y actividad económica. La gran tentación es revindicar la pasividad
económica o un estatalismo comodón y parasitario, que confunde los mecanismos
sociales de redistribución de la riqueza
con la demagogia del “gratis total” y la cultura de la subvención. Esto
favorece la paralización económica, la escasez de empleo de calidad y la
fuga o desaparición de la investigación.
Las “res novae” en economía (CDSI pp. 182-190).
En los
últimos lustros hemos sido testigos de la globalización de la economía a
partir, especialmente, de la supresión de aranceles y el fomento del mercado
global con la libre circulación de productos. Pero la falta de mecanismos
compensatorios a este mismo nivel internacional, ha hecho aparecer una competencia desleal, un crecimiento
económico de países hasta ahora poco o nada desarrollados, pero con graves
problemas en la redistribución de la riqueza en los mismos, los fenómenos de
deslocalización de empresas y
el preocupante problema del desempleo en países desarrollados, con altos costes
sociales y problemas de importante y creciente déficit público.
Junto a
esta globalización económica,
que merma la capacidad de los Estados para crear políticas económicas
nacionales y mecanismos sociales compensatorios aptos, se está produciendo un
revolucionario desarrollo de nuevas tecnologías, que requiere crecientes
inversiones en investigación y modernización de los medios de producción o de
prestación de servicios y, al mismo tiempo, emerge un mercado
financiero que pone más énfasis en las posibilidades de generar
beneficio, que en la creación de riqueza real y de tejido económico estable y
duradero. Todo esto reclama a nivel mundial y con la implicación de todos los
estados, una profunda reflexión ética y antropológica. La Doctrina Social de la
Iglesia la reclama y ofrece las bases para la misma. Mas los intereses nacionalistas (especialmente de
las grandes potencias económicas), la pobreza de las propuestas políticas (estancadas
en los modelos heredados del pasado) y la presión de grandes conglomerados
económicos-políticos-mediáticos, que actúan a escala mundial y
como lobbys ante las naciones y en los organismos
internacionales, impiden en gran medida el poder vislumbrar una economía al
servicio del ser humano y el bien común.
La propuesta del Magisterio Social de la Iglesia
insiste, en este complicado contexto, en un
desarrollo integral y solidario (CDSI pp. 188-189, nn. 373-374) y en la necesidad, a nivel
planetario, de una gran
obra educativa y cultural (CDSI pp. 189-190, nn. 375-376). Y la Iglesia católica, con el concurso de otras
muchas personas de buena voluntad, no se queda aquí en un mero planteamiento
teórico, hace una apuesta, con todas sus fuerzas a nivel mundial, por educar,
investigar y favorecer amplios espacios de diálogo cultural y reflexión, tratando de
integrar todas estas preocupaciones, sociales, económicas y políticas en el
conjunto de su acción pastoral y en su propuesta de nueva
evangelización. La acción y continuidad, dentro de diversos
estilos personales, de los últimos pontífices es clarísima en este sentido: el
beato Pablo VI, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco.
Eucaristía y vida económica.
Puede
parecer que todo esto poco tiene que ver con nuestro celebrar la Eucaristía,
recibirla en comunión y adorarla, pero no es así. La educación y la creación de
una cultura renovada, que propone la Iglesia, encuentra su fuerza y su
inspiración en el Misterio
eucarístico, en lo que la Eucaristía es, Dios vivo y redentor, presente
y actuante entre los creyentes. Revelación actual de un designio creador que
nos hace ver el orden de las
cosas, las justas relaciones con Dios, entre los hombres y con el mundo.
La proclamación eficaz y constante de nuestra dignidad y de nuestro destino. La
justa comprensión del valor de las cosas. La Eucaristía, mucho más que un rito de culto y una
forma de piedad, es el lugar para descubrir las verdades esenciales para el ser
humano, la fuente de inspiración de nuestros proyectos personales y colectivos
y la energía ilimitada para hacerlos realidad. Un hombre o una mujer eucarísticos, una comunidad o
Iglesia eucarística, son la base y el instrumento para el verdadero progreso
humano y para una cultura y una economía verdaderamente capaces de ofrecer a
los seres humanos los caminos de la esperanza y la superación de cualquier
género de crisis.
Preguntas para el
diálogo y la meditación.
■ ¿Hasta qué punto hemos
leído y meditado personal y comunitariamente el Magisterio reciente sobre la
Eucaristía (San Juan Pablo II: encíclica “Ecclesia de Eucharistia” [abril
2003], exhortación apostólica “Ecclesia in Europa” [junio 2003], carta
apostólica “Mane nobiscum Domine” [octubre 2004]; Benedicto XVI: exhortación
“Sacramentum charitatis” [febrero 2007], encíclica “Spe salvi” [noviembre
2007]; Francisco, catequesis de los miércoles sobre “La Eucaristía” [2018])?
■ ¿Tomamos conciencia de que
los grandes hombres y mujeres eucarísticos fueron también promotores de la
transformación de la sociedad, con sus obras asistenciales y educativas (por
ej. Doña Teresa Enrriquez, don Luís de Trelles, don Alberto Capellán…)?
■ ¿Somos conscientes de la
necesidad de exigirnos unas Vigilias de Adoración, que eviten toda
precipitación y rutina y sean verdadera experiencia de Dios que nos lleve hacia
la santidad? En este sentido, la reciente exhortación del Papa Francisco puede
ayudarnos mucho (“Gaudete et exsultate” [19 marzo 2018]).
* CDSI .- COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
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