«TODO LO HA HECHO
BIEN…»
Cuando bautizo me encanta repetir este
gesto que recoge el Evangelio de Marcos. Toco los oídos del que se bautiza y le
digo: “Effeta, Ábrete”, con mi oración y mi deseo de que se abra a la Palabra
de Dios, que escuche en ese momento al Dios de la Vida, que viene para hacernos
inmensamente felices.
Era
uno de los signos mesiánicos: los ciegos veían, y a los sordos se les abrían
los oídos para acoger el Amor
salvífico de Cristo que siempre es “buena noticia para los pobres”, para los
que sufren.
A todos los limpios de corazón el gesto
mesiánico de Jesús les tuvo que recordar las profecías y el cumplimiento en
Jesús. Tuvo que ser un momento de profunda emoción. El Señor siempre nos
alienta a saber esperar que también a nosotros, en el oído del corazón, se nos
abra para la esperanza y para un amor sin límites. Que el “Señor le ha tocado”.
Saber que Él cambia la ruta y la realidad de nuestra vida. Su Amor nos lleva a
una vida nueva para no quedarnos en lo superficial y lo externo, sino en
lanzarnos con su Amor a experimentarnos infinitamente amados por la
Misericordia del Señor.
La irrupción del Señor en nuestra vida, con su “toque de gracia”, nos hace
vivir en la continua alabanza y adoración
de quien ha conocido el Amor y se lo dice a toda la humanidad, que está
necesitada de que su vida esté determinada por la escucha de la Palabra de Dios
y la centralidad de la
Eucaristía, celebrada,
comulgada y adorada.
El
gozo del de Jesús, nos traslada al Paraíso donde también el Señor, con un poco de barro y saliva hizo brotar la vida, el corazón nuevo, que no se podrá hacer realidad
mientras que no nos dejemos tocar por la Misericordia del Señor.
Si
recorremos toda la historia de la salvación, esta Palabra de Dios alienta su
sonido en el Paraíso, con Moisés abriendo el mar para salvar al pueblo de Dios.
También Jesús, el nuevo Moisés, ha dejado abrir el Corazón como el EFFETÁ ,
como lanzada del soldado, lo ha querido el Padre para descubrirnos que el Hijo
amado tiene abierto el corazón como salvador por Amor y que permanece siempre
abierto. Abiertos, no sólo los oídos, sino el Corazón para acoger en su Palabra
y en su Vida el Amor salvífico y triunfador de Jesús.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres
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