«ESTE PUEBLO ME HONRA CON LOS LABIOS, PERO SU CORAZÓN ESTÁ LEJOS DE
MÍ»
El Evangelio de Marcos, el del catecúmeno, el de los que se
preparan para el Bautismo, para acoger que la salvación nos viene por Jesús y
no por la circuncisión, ni por las tradiciones humanas. Sólo salva Jesús.
Precisamente, en nuestro tiempo en el que tanto se desprecia la idea de un
Salvador. Si como nos dijeron, una y otra vez, que sólo nosotros nos salvamos y
que nadie nos puede aupar y ayudar a subir al cielo, que comienza aquí cuando
somos “santos e irreprochables ante Él por el amor”. Es Dios Amor el que nos
ofrece la salvación que nosotros acogemos en
nuestra pobreza.
Ante la salvación que hoy, a pesar de ser
rechazada, es más buscada que nunca y hace tantos creyentes en las brujas, el
tarot, las cartas, los adivinos o tantos filósofos de la sospecha que en el
fondo han
tratado de sustituir a Dios por la salvación que ellos auguraban al corazón humano, nos salva la sexualidad (Freud), nos salva la
economía (Marx), nos salva la soberbia de no replegarnos ante nadie, nos salva
el superhombre (Nietzsche). En
aquellos tiempos, como hoy también, existían los autorreferenciales, los que no
necesitan de Dios porque ellos mismos se bastan y se salvan.
Los fariseos no son una secta del tiempo
de Jesús, que tuvo su historia, sino que es una actitud del corazón que se
repite continuamente y es que piensan que nos salva nuestro cumplimiento de la
ley, el aprovecharse de Dios para hacer en nosotros nacer el pegarle en la
cresta a los demás por nuestra profunda soberbia. “Te doy gracias, Señor,
porque yo no soy como ese adúltero, ladrón” y le cuenta a Dios lo bueno que es.
No sabe que separándose de los pecadores, que somos todos, se separa de Dios
que “ha venido a salvar no a los justos sino a los pecadores”.
Los fariseos se aferran a tradiciones
humanas surgidas de su propio yo, que no se apoyan en la auténtica ley de Dios.
El ejemplo que pone Jesús es muy significativo. Se quedan en lo externo, en lo que se ve, en lo que es fácil que nos produzca engaño ante Jesús que nos
habla del corazón, del interior, de la actitud con que vivimos las cosas y es
donde vamos a ser examinados en el amor. Contrasta con los fariseos que todo
son normas externas, purificaciones por fuera, normas cumplidas y que por ser
tradiciones humanas parece que les da derecho de ciudadanía para criticar a
Dios, a los hombres y a todos cuanto no esté de acuerdo con ellos, pero por ser
sólo tradiciones humanas su corazón está muy lejos del Amor de Dios.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
No hay comentarios:
Publicar un comentario