MARZO: Eucaristía y Doctrina
Social de la Iglesia
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia afronta la Misión de la Iglesia y su relación con la acción en la Sociedad en su capítulo 2º, consagrando a la cuestión tres amplios epígrafes: 1. Evangelización y doctrina social; 2. La naturaleza de la doctrina social; y 3. La doctrina social en nuestro tiempo.
Misión de la Iglesia y doctrina social.
Frecuentemente
se frunce el ceño cuando se considera que los eclesiásticos se meten en política. Muchos consideran que lo religioso
pertenece a un ámbito de la vida estrictamente personal y privado, algo totalmente subjetivo e imposible de
conceptualizar de modo social. La existencia misma de “religiones” y de
“hombres de lo sagrado” es vista como una peligrosa herencia de un pasado a
superar donde lo religioso trataba de dominar la vida entera y la sociedad,
violentando las libertades individuales y siendo origen de constantes luchas y
atropellos. Pero todo esto requiere urgente clarificación y matización; no hay
nada más insidioso que las medias verdades.
Un clérigo no puede entrar en las confrontaciones
partidistas de la política. Ha de
aceptar una pluralidad de posibles opciones políticas, legítimas para una
conciencia cristiana, y ha de poder ser padre de todos en la diversidad de
dichas opciones. Su parecer personal en ese ámbito ha de quedar lo más
reservado posible y nunca condicionar su acción pastoral.
Pero otra cosa distinta de lo
partidista es lo político, es decir, el interés y compromiso por la cosa
pública y el bien común. La
Iglesia, los eclesiásticos y los laicos, cada uno según lo específico de su
vocación, han de necesariamente interesarse por lo público, por lo político. La religión, siendo siempre una vinculación libre y personal,
se convierte necesariamente en un
fenómeno social de primer orden, dada la naturaleza social del ser humano y el carácter
totalizante de la relación de tipo religioso (Dios/hombre). Negar el derecho a
la dimensión social de lo religioso se convierte en un atentado contra los
fundamentos mismos de los derechos y libertades de la persona. En un clima de respeto mutuo y de
libertad no se pueden limitar las libertades a expresar públicamente las
propias convicciones religiosas, y a tratar de ofrecerlas a los demás. Este equilibrio puede aconsejar la aconfesionalidad del Estado que,
aun llegando a respetar, como otra posible opción religiosa el ateísmo, no se
debe nunca confundir con un estado ateo, arreligioso o laicista (que impiden la
relación de la religión y las religiones en la cosa pública). Estos estados
arreligiosos (a veces se quieren autodenominar laicos) no respetan la libertad religiosa, y lejos de
representar la neutralidad de
las Instituciones públicas las ponen al servicio y bajo el monopolio del
ateísmo teórico o práctico.
Valga como aclaración que la vigente Constitución española no define a
España como un estado laico,
sino como un estado aconfesional,
pero que reconoce lo religioso y su
presencia en lo político y que, incluso, proclama una peculiar relación de
entendimiento y colaboración, entre Estado e Iglesia católica. Las posiciones de ciertos grupos políticos
radicales de izquierda hoy en España, son claramente contrarias a la letra y
espíritu de nuestra Constitución, aún vigente, y que ellos quieren enmendar, y
se niegan impunemente a respetar, desgraciadamente, ante la tolerancia y
silencio de los grupos políticos que se dicen constitucionalistas.
Como veremos en próximos meses, los grandes temas de la Doctrina Social
de la Iglesia se centran en: 1º La defensa de la persona humana y sus derechos
(individuales y sociales); 2º La lucha por
el bien común; 3º El respeto
por el destino universal de los bienes (propiedad privada-necesidad-límites); 4º El
principio de subsidiariedad (frente a injerencia del Estado o las grandes
corporaciones); 5º El principio
de participación; 6º El principio
de solidaridad; 7º Valores
fundamentales inalienables, verdad, libertad y justicia;
8º La vía fundamental de la caridad. Todo cristiano y toda la Iglesia hemos
de tener asumidas estas líneas de vida y acción, inseparables de nuestra condición e identidad
cristianas.
La Eucaristía, singularmente vivida del
modo más identitario, domingo a domingo, con su estrecha relación
palabra-sacramento-misión, implica una permanente experiencia y educación, en
los fundamentos de la fe y de la moral cristianas y, por tanto, de su Doctrina
Social.
La calidad de nuestras
celebraciones de la Misa, la fructuosidad de nuestros encuentros de adoración tienen una relación directa con la
vitalidad de nuestra presencia en la sociedad, y nuestra capacidad de instaurare omnia in Christo (Llevar a todos
hacia Cristo). La primera Iglesia de Jerusalén (Hch 2, 42) se definía
por su fidelidad a la enseñanza de los apóstoles, la observancia de la
comunión, la asiduidad a la Fracción del Pan y a las oraciones; y esa comunidad
pequeña y frágil evangelizó en pocos años todo el mundo entonces conocido. Los
adoradores hemos de ser fervientes defensores de la calidad y asiduidad a la
Misa dominical, como momento clave para afianzar la identidad de la Iglesia y
el celo evangelizador de sus miembros.
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Tengo ideas
claras sobre la relación de mi fe y mi implicación en la cosa pública?
Cuando tomo mis opciones económicas o políticas ¿ lo hago buscando la fidelidad
al Evangelio?
■ ¿Me dejo
llevar por la comodidad y los respetos humanos o intento desde el respeto y la
caridad dar públicamente razón de mi esperanza y persuadir a todos del lazo
entre los principios y moral cristianos y el bien común? ¿Sé ser firme y
valiente en la defensa de los principios y valores evangélicos, pero sin formas
irrespetuosas o violentas?
■ ¿Qué podemos
hacer para que nuestras Eucaristías y adoraciones sean más fructuosas, y llenen
los corazones de los participantes de celo y caridad?
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