«TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE ENTREGÓ A SU
UNIGÉNITO»
El cuarto Domingo de Cuaresma, domingo
llamado de gozo, de alegría, nos presenta, como no podía ser de otra manera, la
alegría de la salvación que nos trae Jesús.
¿Cuáles
serían las fuentes de la alegría que el Evangelio de San Juan nos invita a
beber?
1. - Como Moisés elevó la serpiente, así será
elevado el Hijo del Hombre como nuestro Redentor. Este texto nos recuerda a los
israelitas en el desierto, que cuando les mordía la serpiente se curaban mirando
al estandarte que Moisés hizo en el desierto. Nosotros, también mordidos y
heridos por “la serpiente”, por el pecado, nos
curamos mirando a Cristo Crucificado que tiene abierto y
herido de Amor el Corazón ¡Sabemos, Señor, que tus heridas nos han curado!
2. - Creer
es ser felices y dichosos. “Felices
los que han creído” porque “quien cree tiene vida eterna”. La fe vivida nos lleva siempre a tener vida abundante que
comienza con la vida de gracia, como una fuente “que salta hasta la vida
eterna”. Sin una vida de fe no hay plenitud de vida y, por ello, tampoco hay
felicidad plena.
3. - Por último, la clave de nuestra vida
cristiana, lo sustantivo, lo esencial, es que “TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO QUE LE
ENTREGÓ A SU HIJO ÚNICO”. La expresión más acertada es: ASÍ AMÓ DIOS AL MUNDO y, por otra parte,
sabemos el sentido sacrificial que habla de entrega, que siempre nos recuerdan
las palabras de la Consagración en la misa: “ESTE
ES MI CUERPO QUE SE ENTREGA POR VOSOTROS.
Este domingo, poco a poco, nos va
acercando al Misterio central de nuestra fe celebrado místicamente y que es el Triduo Pascual. ¿Cómo acercarnos
con asombro? Mirando al Señor que nos llama a ser sanados de místicas heridas
por la fe que nos lanza a “amar hasta el extremo”.
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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