1.- No ames la tentación. Parece obvio, ¿no? Pero, asumámoslo, incluso después de romper con ciertos pecados, la tentación hacia ellos aún puede hacernos sentir bien. Cuando un tipo ha apartado de su vida la rabia y la ira, regodearse en el pensamiento de lo que le diría a la gente que le ha hecho mal puede darle una gran sensación de victoria. Un hombre que nunca traicionaría a su mujer puede sentirse muy a gusto dándole vueltas a la idea de hacer una visita a esa chica de la oficina que le mira con buenos ojos.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? "La complacencia sirve, ordinariamente, de paso
para llegar al consentimiento” (3).
2.- No te pongas en tentación. Esto es
un asunto tanto de previsión como de honestidad. Primero, requiere previsión: si sé
que cada vez que converso con esas personas a la hora de comer terminamos
hablando de asquerosidades y cotilleando de los demás, es culpa mía si caigo en
murmuraciones y deshonestidades. Al mismo tiempo, requiere honestidad: a menudo,
cuando nos ponemos en situaciones porque nos decimos s nosotros mismos que
estamos “por encima” de ciertos pecados. Esto puede ser verdad, pero es menos
frecuente de lo que nos gusta pensar. Si me he dado cuenta de que me gustan
ciertas tentaciones, tengo que ser honesto en evitar las situaciones que me
conducen a ellas. Es lo que se llama “evitar la ocasión de pecado.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “Ocurre, a veces, que la sola tentación es pecado,
porque somos causa de ella” (6).
3.- No te angusties. La
tentación no es pecado (punto 1) siempre que no seamos causa de la tentación
poniéndonos en la situación que la genera (punto 2). Si quiero algo que no es mío y siento el impulso de
llevármelo cuando nadie me ve, mientras sea un sentimiento se queda solo en una
tentación molesta. Las cosas empiezan a ir mal
cuando nos ponemos histéricos por sentirnos tentados. Cuando perdemos la paz, empezamos a creernos la gran
mentira del Tentador de que nunca superaremos el sentimiento de una lucha cuesta
arriba… hasta que nos rindamos. Y cuando esa mentira se instala en nuestra
mente, el siguiente paso es la caída.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “La inquietud es el mayor mal que puede sobrevenir a
un alma, fuera del pecado” (11).
4.- No escuches a la tentación. San
Francisco de Sales distinguía entre tentaciones mayores y menores: por ejemplo, la tentación de matar a alguien y la de
enfadarse con él; la de robar algo y la de codiciarlo; la de cometer perjurio y
la de decir una mentira; la de cometer adulterio y la de no guardar la vista.
Mientras que contra las grandes tentaciones tenemos que luchar con todas
nuestras fuerzas, con las tentaciones pequeñas dice San Francisco de Sales que
nuestra principal tarea es simplemente dejarlas
pasar: deshacernos de ellas tranquilamente y no dejar que nos roben la paz. Es el viejo truco del elefante rosa: cuando más
intentamos no pensar en elefantes rosas, más ocupan nuestra conciencia. Cuando
surjan las tentaciones y las reconozcas como tales, recházalas y sigue tu
camino, no dedicándoles ni solo pensamiento más. Si no, se hacen abrumadoras.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “Desprecia, pues, estos pequeños ataques… No
hagas otra cosa que alejarlos sencillamente, sin combatirlos ni responderlos de
otra manera que con actos de amor a Dios” (9).
5.- No conviertas la tentación en una cuestión de voluntad.
Cuando un hombre está intentando superar un cierto pecado en su vida, con frecuencia se descorazona por su debilidad al luchar contra las tentaciones hacia ese pecado. Muchas veces, el problema es de perspectiva. Si mi aproximación a la vida moral es decir “le voy a demostrar a Dios lo bueno que soy no pecando”, en vez de “amo a Dios y por tanto odio el pecado y quiero dominarlo porque perjudica mi relación con Él”, no hay que sorprenderse si Dios me permite caer: pensaría que soy mi propio salvador. La confianza en uno mismo es una de las principales causas de la caída. Cuando vienen las tentaciones, la clave está en confiar más intensamente en la gracia de Dios, humillarse ante Él y amarle más.
Cuando un hombre está intentando superar un cierto pecado en su vida, con frecuencia se descorazona por su debilidad al luchar contra las tentaciones hacia ese pecado. Muchas veces, el problema es de perspectiva. Si mi aproximación a la vida moral es decir “le voy a demostrar a Dios lo bueno que soy no pecando”, en vez de “amo a Dios y por tanto odio el pecado y quiero dominarlo porque perjudica mi relación con Él”, no hay que sorprenderse si Dios me permite caer: pensaría que soy mi propio salvador. La confianza en uno mismo es una de las principales causas de la caída. Cuando vienen las tentaciones, la clave está en confiar más intensamente en la gracia de Dios, humillarse ante Él y amarle más.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “Espera tu liberación más de la bondad y providencia
de Dios que de tu industria y diligencia; si buscas tu liberación por amor
propio, te inquietarás y acalorarás en pos de los medios, como si este bien
dependiese más de ti que de Dios” (11).
6.- No te calles. Quizá una
de las verdades más importantes que recordar al hablar del pecado y de la
tentación es que no estamos solos en esta lucha. Dios está ahí, pero también el Maligno. El Maligno no es un cuento
de brujas: es real e influye en tu vida. Aunque una buena parte de las
tentaciones provienen del desorden en nuestras almas, Satán y los espíritus
malignos son también intensamente activos. Uno de los mayores peligros es intentar luchar por tu cuenta contra una
inteligencia-angélica-entregada-al-mal. Comenta
con otras personas tus luchas: ten otras personas a quienes rendir cuentas, un
confesor habitual que conozca tu alma y comprenda las tretas de Satanás. Esa
apertura y honestidad es esencial para vencer los pecados que nos conducen a la
desgracia.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “El gran remedio contra todas las tentaciones, grandes
y pequeñas, es desahogar el corazón y comunicar a nuestro director todas las
sugestiones, sentimientos y afectos que nos agitan. Fíjate en que la primera
condición que el Maligno pone al alma que quiere seducir es el silencio” (7).
El padre
Thompson concluye: "Son las pequeñas cosas las que cuentan en la
vida"… "Así que haz caso a San Francisco de Sales y lucha contra las
tentaciones en la forma correcta".
(Las citas de San Francisco de Sales son
todas de la Parte IV: Los avisos necesarios contra las tentaciones más
ordinarias; el número indica el capítulo del que están tomadas).
Clayton Thompson es vicario en la parroquia de San Bonifacio en Lafayette (Indiana, Estados Unidos)
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