“CADA ADVIENTO NOS EXIGE VOLVER A VER, O COMENZAR
A VER”
…Celebramos la venida del Señor. Nos preparamos para
cuando llegue al final de nuestra vida, pero, ya ahora inmediatamente, su
venida en la Navidad, que recuerda aquella venida en carne del Hijo de Dios
hecho hombre en el seno de la Virgen María. Nuestra Madre bendita, la Virgen
María nos enseña a esperarle y a acogerle en nuestro corazón con amor, como lo
hizo ella, para entregarlo a los demás. Mientras, recordar a San Juan
Bautista, el Precursor, nos enseñará a preparar los caminos del Señor.
Se ha llamado
al tiempo de Adviento la “fiesta de los deseos”. Dios nos ha prometido tantas
cosas, y cada promesa despliega un deseo de gran amor por nosotros. Ha hecho,
por tanto, que la vida se convierta en esperanza porque nuestra tierra ha
quedado abierta a la promesa. Mejor dicho, a la realización ya de tanto amor
como nos ha mostrado haciéndose hombre para estar con nosotros y llevarnos a la
plena comunión con El. Pero cada
Adviento nos exige “volver a ver” –o comenzar a ver-, liberando
primero los ojos; también los oídos deben abrirse para escuchar, y luego la
boca para hablar. El deseo de Dios, que El mismo ha inscrito en nuestros
corazones para buscarle, late en nuestro corazón cuando descubre que es el
Señor quien viene a buscarnos. El Adviento es, pues, tiempo para vivir con
intensidad, con asombro y con riesgo, ante todo lo que El nos conceda para
salir al encuentro de Dios, para vivir la vida dándola. Así mismo, es una ocasión de estar también con cierta sospecha a cerca de nosotros mismos y de nuestro modo de
pasar los días justificando nuestros afanes, sin despojarnos de las ataduras
que no nos dejan avanzar.
El Adviento es el tiempo de Jesús. Precisamente porque
es el tiempo de su venida es un momento apropiado para descubrirle más, conocerle mejor, intensificar nuestro
trato con El. Quien pierde este trato con Jesús, pierde la fe.
No basta con repetir los dogmas ni asistir a ritos, sino que hay que
encontrarse vivamente con El. El Señor sostiene todas las cosas porque El es la
Realidad, la realidad más real, y, cuando se hace presente en nosotros nos
habla y se nos comunica en los acontecimientos y en las relaciones. La
humanidad sigue esperando la salvación y, para encontrarse con el Salvador,
nosotros hemos de mostrarle a los demás en la presencia concreta de nuestras
vidas, de nuestra intimidad y nuestra liturgia, en la belleza y grandeza de la
vida de la Iglesia. Vivir en la espera de la venida del Señor nos sitúa en la
radicalidad de la revolución cristiana, que es vivir en esperanza, en la lucidez
de la fe, en la presencia de que ha venido y volverá.
Nuestra cultura posmoderna no es capaz de hacer al
hombre feliz; al contrario, ha
tocado fondo en su desorientación y en su soledad, y vuelve a hacerse preguntas. En Jesús, el Señor de Nazaret, el Cristo Hijo de
Dios, está la respuesta con la que podremos establecer el diálogo. Con Jesús
debemos curar la llaga más honda de la sociedad posmoderna: la indiferencia
hacia el otro. El Señor nos abre los ojos para descubrir al prójimo y nos
enseña a hacernos cargo de los demás, ayudando a que cada cual se convierta en
persona con toda su dignidad. Cristo, que es al mismo tiempo el Hijo del
Padre-Dios, es nuestro hermano que -en esta época marcada por el eclipse de la figura
del padre- nos ayuda a descubrir
nuestra identidad de hijos y el valor de la fraternidad.
Te aconsejo que vayas sacando tu belén y que prepares
su lugar en el hogar; también el árbol y las luces. ¡Que bonito es felicitar la
Navidad, si se sabe que Cristo nos trae la felicidad!. Ves pensado cómo
hacerlo. Ves adornando tu casa y ten cerca la música de Navidad, la de los
villancicos de siempre, que son alegría pura y teología con sabor de pueblo
espontáneo, que ha captado lo profundo y que no se lo puede callar. Que no te falte una corona de Adviento o un calendario de esos que cuentan la cuenta
atrás. Tampoco te olvides de los pobres, de compartir, y, sobre todo, abre bien
los ojos, que si Jesús pasa a tu lado lo puedas encontrar. ¡Animo, que viene el
Señor! ¡Salgamos a su encuentro!
Rafael Zornoza Boy - Obispo de Cádiz y Ceuta
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