PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR
El
centro del Adviento, de la Navidad, de la Pascua, es Cristo. Sin embargo, la
venida del Señor es siempre preparada. Son los testigos, hombres y mujeres, que
en la noche de la historia se preparan para el que siempre está viniendo a
nuestra vida. Sólo hay que estar preparados. Juan, es uno de los protagonistas
más vivo del Adviento. Junto a él todos los profetas que le esperaron y sobre
todo, como dice el prefacio de Adviento, María que “le esperó con inefable amor de
Madre”.
Juan
prepara, pero no es el centro. En su humildad sabe que tiene que desaparecer.
Algunos cristianos, a lo largo de los siglos, han confundido la espiritualidad
de Juan Bautista con el mensaje y la salvación de Jesús. Juan es un poco extravagante,
llamativo. Es, sobre todo, grito. Espabila las conciencias. Pone a la gente
contra la pared. Es una denuncia que anuncia. Se le acerca la gente temblando.
No es el Corazón Manso y Humilde de Jesús
al que se acercaban sin temor los niños, los pecadores, las prostitutas. La
conversión a la que llama Jesús es a “tener
sus mismos sentimientos” (Cfr.
Fil. 2,5).
Jesús es un anuncio que denuncia.
Juan
cumple con su misión. Su vida, su espiritualidad, su estilo, es una preparación
al que Vendrá. Él no quiere que se quede en el pues no es digno ni de desatarle la correa de
las sandalias. Es el dedo que os indica
que miremos “al sol que nace de lo alto”
Es
necesario volver a una mirada, al Cristo del Corazón abierto, con la
radicalidad de los santos, de Juan
Bautista, pero sobre todo con el anuncio para que no nos quedemos solos en una
denuncia que, a veces, nos hace continuamente bajar al sótano de nuestro
corazón con batallas perdidas, con amarguras no confesadas.
Juan,
no es el camino. Indica, pero no es la vida. Es voz, pero no la Palabra.
Aprendamos
de su humildad y de su desaparecer y
habremos encontrado un camino seguro en el seguimiento de Cristo, Camino de la
vida verdadera y habremos preparado el camino del Señor.
La
preparación es esencial para que nazca la semilla. Sin roturar el terreno, sin
el abono de la humildad y la siembra de
la paciencia, no podemos nunca anunciar una buena cosecha.
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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