EN ADVIENTO
SE NOS INCULCA QUE DIOS «VIENE»
Queridos hermanos y hermanas:
En Adviento la
liturgia con frecuencia nos repite y nos asegura, como para vencer nuestra
natural desconfianza, que Dios «viene»: viene a estar con nosotros, en todas
nuestras situaciones; viene a habitar en medio de nosotros, a vivir con
nosotros y en nosotros; viene a colmar las distancias que nos dividen y nos
separan; viene a reconciliarnos con él y entre nosotros. Viene a la historia de
la humanidad, a llamar a la puerta de cada hombre y de cada mujer de buena
voluntad, para traer a las personas, a las familias y a los pueblos el don de
la fraternidad, de la concordia y de la paz.
Por eso el Adviento
es, por excelencia, el tiempo de la esperanza, en el que se invita a los
creyentes en Cristo a permanecer en una espera vigilante y activa, alimentada
por la oración y el compromiso concreto del amor. Ojalá que la cercanía de la
Navidad de Cristo llene el corazón de todos los cristianos de alegría, de
serenidad y de paz.
Para vivir de modo
más auténtico y fructuoso este período de Adviento, la liturgia nos exhorta a
mirar a María santísima y a caminar espiritualmente, junto con ella, hacia la
cueva de Belén. Cuando Dios llamó a la puerta de su joven vida, ella lo acogió
con fe y con amor… Dejémonos atraer por su belleza, reflejo de la gloria
divina, para que «el Dios que viene» encuentre en cada uno de nosotros un
corazón bueno y abierto, que él pueda colmar de sus dones.
Benedicto XVI, pp emérito
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