Este domingo celebramos el Día
de la Iglesia Diocesana. Recordamos así como cada
año uno de los pilares de nuestra fe: que los
católicos formamos una gran familia. Una familia real, unida
por lazos que van más allá de la sangre: somos parte de la familia de Dios, que
se extiende a través de los siglos.
Lo
recordaba el Papa Francisco en Cracovia: “nuestra
respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se
llama hermandad, se llama comunión, se llama familia”.
Nuestra familia, la Iglesia, tiene necesidades, espirituales y
materiales y,
en este sentido, hemos de considerar este Día de la Iglesia Diocesana. Nuestras
parroquias no son sólo edificios sino el reflejo de esa gran familia que es la
Iglesia universal y de la que todos somos responsables económicamente. La
comunicación cristiana de bienes ha sido siempre un rasgo distintivo de la
comunidad cristiana, fruto de la caridad y de la disponibilidad para el
servicio. La labor de la Iglesia está a la vista, sobre todo para quien quiera
estar informado. Es una información diáfana y transparente que se hace pública,
junto con la información parroquial, siempre atenta al servicio de las
personas, en especial a los más necesitados, y a la evangelización…
…Cada uno, según sus circunstancias y
posibilidades, con sinceridad ante Dios, podemos preguntarnos cómo ayudamos a
sostener nuestras comunidades; a veces seremos como la
viuda del Evangelio, que no pudo dar una gran aportación económica, pero dio
“todo lo que tenía”; y a veces, como Zaqueo que, al encontrarse con el Señor,
al entrar a formar parte de su familia no dudó en dar “la mitad de sus bienes a los
pobres, y, si engañé a alguien, le devolveré cuatro
veces más” (Lc 19, 8-9).
En esta jornada “familiar” seamos generosos. Generosos en oración por nuestra
Iglesia y generosos en lo que podamos aportar, conscientes de que siempre
recibiremos más de lo que damos, porque, a través de la Iglesia, de los
sacramentos, de la fraternidad, recibimos la alegría de los hijos de Dios, hacemos
posible nuestro servicio a la sociedad, tan necesitada de consuelo y esperanza.
“Somos una gran familia contigo” y debemos crecer en la conciencia de nuestra
pertenencia a la Iglesia desde nuestra parroquia y desde nuestra diócesis:
crecer en implicación y en compromiso económico, pero también en todo lo que se
puede colaborar en el ámbito parroquial y diocesano. Nadie sobra en nuestra
casa, todos debemos colaborar pues todos hemos de recibir mucho de Dios y de
los hermanos.
+Rafael Zornoza Boy – Obispo de Cádiz y Ceuta
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