«PORQUE… EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO. »
Vamos a dar
un paso más en nuestro itinerario espiritual y lo haremos después de haber
escuchado la Palabra de Dios. Partimos de la pregunta que nos hizo el Señor,
recogida en el Evangelio de la semana pasada: “¿Cuando venga el Hijo del Hombre
encontrará fe en la tierra?”. Es de esperar que esta pregunta esté teniendo
respuesta en lo hondo de nuestro corazón, pero, por si necesitamos ayuda, en esta semana el Señor nos
ilumina mediante un ejemplo de vida: el de un fariseo, soberbio y orgulloso que le dice a Dios que no le necesita para nada,
porque se tiene por perfecto y muy pagado de sí mismo; mientras el otro, el pobre publicano, no es
capaz ni de levantar la vista al Señor, porque
se siente pequeño, pecador y necesitado de ayuda. Los dos tipos de personajes
existen en la realidad, los “maravillosos” que se creen con el derecho de ser
los jueces de todos y se dedican a criticar a los demás y a sacarles los
defectos sin ningún pudor; y los publicanos de hoy, los que no cuentan, los
sencillos de corazón, que no se ruborizan al suplicar misericordia y perdón.
Las personas que han adoptado el estilo del fariseo se comparan con todos para
demostrarse lo imprescindibles que son, se creen el modelo de todas las
virtudes; los publicanos que conocemos no se comparan con nadie, no juzgan a
nadie, se quedan en el dolor de sus propios pecados y solo piden perdón al
Señor por ellos.
¿Dónde está el problema? El Papa Francisco lo
desenmascara señalando el comportamiento egoísta como responsable de la
exclusión de los otros y de la globalización de la indiferencia; dice que esta actitud es autodestructiva y que te
incapacita para compadecerte de los clamores de los otros, te insensibiliza
para llorar ante el drama de los demás, porque te impide ayudar. La conclusión
de este modo de hacer la cosas es muy seria, lo dice el Santo Padre en
Evangelii Gaudium de esta manera: “Encerrarse en sí mismo es probar el amargo
veneno de la inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción
egoísta que hagamos”. Por otra parte, conocemos por la sabiduría popular que es
mal compañero de viaje el egoísta, el hipócrita o el soberbio, porque su empeño
de querer ser el centro de atención de todos, le lleva a no tolerar a nadie que
no gire entorno suyo; se recrea en fomentar la discordia, creando situaciones
de sospecha de unos contra otros sin ningún tipo de escrúpulo y todo, para
lograr sus objetivos y para esto: miente, calumnia, difama… lleno de envidia.
¡Todo un panorama!
Las lecturas de esta semana
no pretenden llevarnos a la tristeza al ver el comportamiento de algunos, sino
a la esperanza, a confiar en Dios con actitud humilde, porque estamos en sus
manos. El Papa Francisco nos dice que aunque veamos
muchas posturas no edificantes o a gente haciendo daño, que tengamos la
seguridad que “el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada
día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las
tormentas de la historia (…). La Resurrección de Cristo provoca por todas
partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir,
porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta
historia, porque Jesús no ha resucitado en vano”. Os animo a poner toda la
confianza en Dios, como el publicano, para gozar de la certeza interior y de la
esperanza viva que da el Espíritu Santo.
+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de
Cartagena
No hay comentarios:
Publicar un comentario