LA
CASA DE DIOS
La Santísima Trinidad no
es un crucigrama para cristianos eruditos ni ningún raro teorema de tres-en-uno
con nombre de lubricante. La Trinidad es
esa casa de Dios que los hombres -sin Él- no logran construir. “Si el Señor
no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Y es que, es imposible
que se levante una casa cuando quienes la diseñan, la financian, la construyen
y la venden, han despreciado la única piedra angular posible: “Jesús es la
piedra que desechasteis vosotros los arquitectos y que se ha convertido en
piedra angular”. Por eso sorprende ver que haya cristianos que sean tan
incondicionalmente acríticos y tan sumisamente disciplinados para con los
diseños y dictámenes de quienes hacen un mundo sin Dios o contra Él (y por
tanto sin humanidad o contra ella), y sigan sospechando y vociferando contra
quienes con verdad y libertad son las nuevas voces de los que siguen sin tener
voz en los foros de nuestro mundo.
Jesús nos ha abierto la
puerta que un pecado cerró fatalmente.
Él es la primera piedra de un edificio nuevo, el hogar de la Trinidad ya entre
nosotros. No es una casa terminada, sino que nos llama Él a cada uno a ser
piedras vivas de ese nuevo hogar. El Padre, el Hijo y el Espíritu con quienes
hacemos nuestra señal cristiana, en cuyos nombres comenzamos la Eucaristía y
con cuya bendición la terminamos... ellos son nuestra casa, nuestra nostalgia,
nuestro origen y también nuestro destino. La Trinidad como casa de amor, de paz
y concordia; como casa de belleza y bondad, de justicia y verdad, de luz y de
vida.
“Jesús no perdió sus años en gemir e interpelar a la
maldad de la época. Él zanjó la cuestión de manera muy sencilla: haciendo el
cristianismo” (Ch.Péguy).
Hay tanto que hacer, que no podemos perder el tiempo en lamentos y acusaciones.
Las babeles, sus proyectos y proclamas,
siempre han tenido fecha de caducidad. Nosotros hagamos el cristianismo,
seamos el cristianismo, dejando que el Espíritu nos lleve hasta la verdad
plena. Y que nuestro corazón y nuestras comunidades cristianas, como parte de la Trinidad, como piedras
vivas de su casa estrenada en la historia de cada día, puedan mostrar el
espectáculo de la bienaventuranza, el de la gracia, el de la felicidad.
+ Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo
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