BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS
NUEVO
IMPULSO EVANGELIZADOR
El tiempo de la misericordia es
por excelencia el tiempo de la misión (cf. Mt 28, 18-20) enmarcada en la nueva
evangelización, que busca hacer de los no
creyentes testigos de Cristo resucitado. La misericordia no sólo es el corazón de la misión mesiánica de
Jesús, sino también la manifestación más deslumbrante del rostro de Dios. Es la
clave para comprender del misterio de la salvación, realmente el centro del kérygma
que proclama la Iglesia. Esta compasión del “Padre de la Misericordia”
revelada en las palabras y obras de Jesús es lo único que puede consolar a los
hombres de hoy de sus sufrimientos, sus interrogantes y sus pruebas.
Se comprende bien que la misericordia y el gozo pascual van de la
mano y coinciden en la proclamación de la resurrección del Señor y cuyo primer significado es la victoria del amor sobre el pecado y
la muerte. La resurrección de Cristo
significa la absolución del pecado del mundo, o sea, la alegría de ser perdonados y salvados. En la predicación de Papa Francisco, los temas del Dios
misericordioso, de la encarnación, muerte y resurrección de su Hijo, del don de
su Espíritu como caridad, compasión y ternura por los necesitados -¡que somos
todos!- se entrecruzan y complementan. El Santo Padre nos invita a ser actores
y testigos de la misericordia, más que a desarrollar un discurso abstracto
sobre Dios para responder a la exigencia de evangelización actual: “La nueva evangelización es tomar
conciencia del amor misericordioso del Padre para convertirnos también nosotros
en instrumentos de salvación para nuestros hermanos. ¡Cuántos
pobres esperan el evangelio que libera!”. La nueva evangelización debe convertirnos en
instrumentos de salvación…
Es preciso recuperar el valor
insustituible de la catequesis como espacio privilegiado de la transmisión de
la fe en la
perspectiva de la nueva evangelización, “la
catequesis como espacio dentro del cual la vida de los cristianos madura porque
hace experiencia de la misericordia de Dios. Pero no con una idea abstracta de
misericordia, sino una experiencia concreta con la que comprendemos nuestra
debilidad y la fuerza que viene de lo alto”.
La catequesis –ha recordado Francisco- necesita ir más allá de la simple esfera escolar o parroquial, para educar a
los creyentes, desde niños, para encontrar a Cristo, vivo y operante en su
Iglesia. “El encuentro con Él es lo
que suscita el deseo de conocerlo mejor y por tanto de seguirlo y de
convertirse en sus discípulos”; “el
desafío de la nueva evangelización y de las catequesis, por tanto, se juega
precisamente sobre este punto fundamental: cómo encontrar a Cristo, cuál es el
lugar más coherente para encontrarlo y seguirlo». La pregunta sobre cómo
estamos educando en la fe no es retórica sino esencial. La respuesta requiere «valentía, creatividad y decisión de
emprender caminos a veces aún inexplorados». (Cf. Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de
la Nueva Evangelización, 29 mayo 2015)…
El Papa Francisco desea que
toda la Iglesia se vuelva evangelizadora, que no nos quedemos en la espera
pasiva en
nuestros templos sino que salgamos en todas las direcciones, a todas las
periferias geográficas, sociales y existenciales, para ir al encuentro de las personas y de las familias, compartiendo con ellos el
Evangelio de la misericordia, razón de nuestra esperanza. El Santo Padre nos
quiere misioneros “ad gentes”, con una pasión por comunicar el Evangelio en
cuanto “desborde de gratitud y alegría” (como lo dice en forma tan bella y
expresiva el documento de Aparecida). El pontificado del papa Francisco
despliega un corazón misionero y misericordioso, especialmente hacia los
alejados de la Iglesia: centrados en Cristo pero descentrados para la misión. Con
la doble convicción de que, por una parte, el Espíritu Santo nos antecede
siempre en el corazón de las personas y en la cultura de los pueblos,
preparando los caminos al Señor, y que, por otra parte, el corazón de la
persona –a imagen y semejanza de Dios– anhela verdad y amor, perdón y
reconciliación, felicidad y justicia que sólo Cristo puede dar en plenitud. Estamos convocados a una fiesta de la misericordia, donde todos
somos beneficiarios y heraldos de la más profunda experiencia de Dios.
+Mons. Rafael Zornoza Boy-Obispo de Cádiz-Ceuta
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