TIEMPOS LITURGICOS

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sábado, 9 de enero de 2016

CARTA PASTORAL AL INICIO DEL CURSO - 2015-2016 (IV)


BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS


NUEVO IMPULSO EVANGELIZADOR

     El tiempo de la misericordia es por excelencia el tiempo de la misión (cf. Mt 28, 18-20) enmarcada en la nueva evangelización, que busca hacer de los no creyentes testigos de Cristo resucitado. La misericordia no sólo es el corazón de la misión mesiánica de Jesús, sino también la manifestación más deslumbrante del rostro de Dios. Es la clave para comprender del misterio de la salvación, realmente el centro del kérygma que proclama la Iglesia. Esta compasión del “Padre de la Misericordia” revelada en las palabras y obras de Jesús es lo único que puede consolar a los hombres de hoy de sus sufrimientos, sus interrogantes y sus pruebas.
     Se comprende bien que la misericordia y el gozo pascual van de la mano y coinciden en la proclamación de la resurrección del Señor y cuyo primer significado es la victoria del amor sobre el pecado y la muerte. La resurrección de Cristo significa la absolución del pecado del mundo, o sea, la alegría de ser perdonados y salvados. En la predicación de Papa Francisco, los temas del Dios misericordioso, de la encarnación, muerte y resurrección de su Hijo, del don de su Espíritu como caridad, compasión y ternura por los necesitados -¡que somos todos!- se entrecruzan y complementan. El Santo Padre nos invita a ser actores y testigos de la misericordia, más que a desarrollar un discurso abstracto sobre Dios para responder a la exigencia de evangelización actual: “La nueva evangelización es tomar conciencia del amor misericordioso del Padre para convertirnos también nosotros en instrumentos de salvación para nuestros hermanos. ¡Cuántos pobres esperan el evangelio que libera!”. La nueva evangelización debe convertirnos en instrumentos de salvación…
    
     Es preciso recuperar el valor insustituible de la catequesis como espacio privilegiado de la transmisión de la fe en la perspectiva de la nueva evangelización, “la catequesis como espacio dentro del cual la vida de los cristianos madura porque hace experiencia de la misericordia de Dios. Pero no con una idea abstracta de misericordia, sino una experiencia concreta con la que comprendemos nuestra debilidad y la fuerza que viene de lo alto”.
La catequesis –ha recordado Francisco- necesita ir más allá de la simple esfera escolar o parroquial, para educar a los creyentes, desde niños, para encontrar a Cristo, vivo y operante en su Iglesia. “El encuentro con Él es lo que suscita el deseo de conocerlo mejor y por tanto de seguirlo y de convertirse en sus discípulos”; “el desafío de la nueva evangelización y de las catequesis, por tanto, se juega precisamente sobre este punto fundamental: cómo encontrar a Cristo, cuál es el lugar más coherente para encontrarlo y seguirlo». La pregunta sobre cómo estamos educando en la fe no es retórica sino esencial. La respuesta requiere «valentía, creatividad y decisión de emprender caminos a veces aún inexplorados». (Cf. Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, 29 mayo 2015)
 
     El Papa Francisco desea que toda la Iglesia se vuelva evangelizadora, que no nos quedemos en la espera pasiva en nuestros templos sino que salgamos en todas las direcciones, a todas las periferias geográficas, sociales y existenciales, para ir al encuentro de las personas y de las familias, compartiendo con ellos el Evangelio de la misericordia, razón de nuestra esperanza. El Santo Padre nos quiere misioneros “ad gentes”, con una pasión por comunicar el Evangelio en cuanto “desborde de gratitud y alegría” (como lo dice en forma tan bella y expresiva el documento de Aparecida). El pontificado del papa Francisco despliega un corazón misionero y misericordioso, especialmente hacia los alejados de la Iglesia: centrados en Cristo pero descentrados para la misión. Con la doble convicción de que, por una parte, el Espíritu Santo nos antecede siempre en el corazón de las personas y en la cultura de los pueblos, preparando los caminos al Señor, y que, por otra parte, el corazón de la persona –a imagen y semejanza de Dios– anhela verdad y amor, perdón y reconciliación, felicidad y justicia que sólo Cristo puede dar en plenitud. Estamos convocados a una fiesta de la misericordia, donde todos somos beneficiarios y heraldos de la más profunda experiencia de Dios.
+Mons. Rafael Zornoza Boy-Obispo de Cádiz-Ceuta


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