FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS
La
Palabra se centra en Juan el Bautista, que abrirá el telón en esta dramática
aventura de Jesús y lo presentará en sociedad: "viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la
correa de sus sandalias". El
Bautismo de Jesús marca el punto de arranque de su tarea, su misión profética,
que después continuará en la Iglesia. Veremos cómo en Jesucristo se cumplen
todas las promesas hechas a nuestros antiguos padres. El profeta Isaías anuncia al elegido por el Señor, en quien ha
puesto su espíritu, para que establezca entre todos los pueblos la ley de Dios,
el derecho y la justicia. El profeta no se deja llevar por los criterios
humanos, sino por los de Dios, porque retrata al que llevará esta tarea tan
importante como humilde, sencillo, manso y delicado. Dios lo guía amorosamente
y lo señala como alianza para todos los pueblos, como luz de las naciones y
libertador de los oprimidos. El
Evangelio de San Lucas subraya este hermoso momento cuando Dios,
solemnemente, presenta a toda la
humanidad a Jesús como el Hijo amado, el predilecto, el anunciado por los
profetas, el Mesías esperado por el pueblo. Jesús es ungido para esta
misión.
Acabamos de terminar unos días muy
entrañables con motivo de la Navidad de Nuestro Señor y nos hemos quedado con
un buen sabor de boca. Dios está
presente entre nosotros, porque ha plantado su tienda en medio de nuestra vida
y hemos contemplado su Gloria; hemos sido testigos de que ha cumplido su
palabra, enviando al Mesías, y nos ha desvelado su manera de hacer las cosas:
con humildad, sencillez... ¡Ahora es tiempo de salvación, de caminar tras las
huellas del Señor, de ser profetas y testigos de su presencia, de trabajar en
la Iglesia, enviados a trabajar en la evangelización más allá de la Iglesia
misma. El Papa Francisco es un abanderado de esta misión y no se cansa de
urgirnos a proclamar lo que hemos visto y oído; él habla de salir a la calle
para anunciar a todos la verdad y la cercanía de Dios, Padre de amor, perdón y
misericordia, en la persona de Jesucristo.
La urgencia en la evangelización nos viene
dada por la experiencia del encuentro personal con Cristo, cuyo amor nos ha
tocado el corazón y nos ha despertado la necesidad de ayudar al prójimo. Como
cristianos tenemos por delante un horizonte ilimitado: estamos siempre en camino,
llamados a vivir la vida filial y fraterna en Jesús, la entrega total a los
demás, la unión con Dios, estar vigilando para crecer en santidad... nos hace
ir más allá, hasta no tener descanso. Crecer
más en santidad es una exigencia que se nos impone, porque hemos recibido el
Don del Espíritu Santo en el Bautismo también y el Espíritu es quien
asegura el éxito de nuestra entrega, no está ajeno al crecimiento de nuestra
vida apostólica, nos acompaña en todas las situaciones imaginables, es el mayor
don que hace Dios al creyente.
En estos domingos siguientes, al comenzar
Jesús la vida pública, oiremos más de una vez cómo invita a la gente a
seguirle. Jesús llama al seguimiento, pero no pone tiempo de caducidad a esta
invitación, es para siempre, se trata de una llamada a compartir su vida
conociendo nuestras luces y sombras, éxitos y fracasos, aplausos y
persecuciones... hasta el final. Lo que realmente llama la atención es que
quien sale beneficiado de esta entrega eres tú, porque eres el primero en participar
de la persona de Jesús que se ha donado por completo.
Hoy has
de ser fuerte en la fe y decir: vuelvo los ojos a Jesucristo. No te oculto que
seguir a Cristo supone andar por la senda estrecha y por el camino angosto, es
cargar con la cruz cada día y olvidarte de ti, que para ser discípulo de
Cristo, debes abrir bien los ojos y avivar tus oídos, que Él habla muy claro y
nítido.
+ José
Manuel Lorca Planes-Obispo de Cartagena
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