RESUMEN DE LA ENCÍCLICA
(Fin)
Este texto se ofrece como apoyo para una primera lectura de la Encíclica,
ayudando a tener una visión de conjunto y detectar las líneas de fondo. En
primer lugar se ofrece una presentación en conjunto, y luego se realiza un
recorrido por cada capítulo. En él se señala su objetivo y reproduce algunos
párrafos clave. Los números entre paréntesis remiten a los párrafos de la
Encíclica.
Capítulo quinto – Algunas líneas orientativas y de
acción
Este
capítulo afronta la pregunta sobre qué podemos y debemos hacer. Los análisis no
bastan: se requieren propuestas «de diálogo y de acción que involucren tanto a
cada uno de nosotros como a la política internacional» (15) y «que nos ayuden a salir de la espiral de
autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo» (163). Para el Papa Francisco es imprescindible que la construcción de caminos
concretos no se afronte de manera ideológica, superficial o reduccionista. Para
ello es indispensable el diálogo, término presente en el título de cada sección
de este capítulo: «Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el
ambiente, donde es difícil alcanzar consensos. [...] la Iglesia no
pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero [yo] invito a un debate honesto y
transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten
al bien común” (188).
Sobre esta
base el Papa Francisco no teme formular un juicio severo sobre las dinámicas
internacionales recientes: «las Cumbres mundiales sobre el ambiente de los
últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión
política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos
y eficaces» (166). Y se pregunta «¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será
recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario
hacerlo? (57). Son necesarios, como los
Pontífices han repetido muchas veces a partir de la Pacem in terris, formas e
instrumentos eficaces de gobernanza global (175): «necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza global para
toda la gama de los llamados “bienes comunes globales”» (174), dado que «“la protección ambiental no puede
asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El
ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de
defender o de promover adecuadamente”» (190, que cita las palabras del Compendio de la
doctrina social de la Iglesia).
Igualmente
en este capítulo, el Papa Francisco insiste sobre el desarrollo de procesos de
decisión honestos y transparentes, para poder “discernir” las políticas e
iniciativas empresariales que conducen a un «auténtico desarrollo integral» (185). En particular, el estudio del impacto ambiental de
un nuevo proyecto «requiere procesos políticos transparentes y sujetos al
diálogo, mientras la corrupción, que esconde el verdadero impacto
ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios
que evitan informar y debatir ampliamente» (182).
La llamada
a los que detentan encargos políticos es particularmente incisiva, para que
eviten «la lógica eficientista e inmediatista» (181) que hoy predomina. Pero «si se atreve a hacerlo, volverá a reconocer la
dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras su paso por esta
historia un testimonio de generosa responsabilidad» (181).
Capítulo sexto – Educación y espiritualidad ecológica
El capítulo
final va al núcleo de la conversión ecológica a la que nos invita la Encíclica.
La raíz de la crisis cultural es profunda y no es fácil rediseñar hábitos y
comportamientos. La educación y la formación siguen siendo desafíos básicos: «todo
cambio necesita motivaciones y un camino educativo» (15). Deben involucrarse los ambientes educativos, ante
todo «la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis» (213).
El punto de
partida es “apostar por otro estilo de vida” (203-208), que abra la posibilidad de «ejercer una sana presión sobre quienes detentan
el poder político, económico y social» (206). Es lo que sucede cuando las opciones de los consumidores logran
«modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el
impacto ambiental y los patrones de producción» (206).
No se puede
minusvalorar la importancia de cursos de educación ambiental capaces de cambiar
los gestos y hábitos cotidianos, desde la reducción en el consumo de agua a la
separación de residuos o el «apagar las luces innecesarias» (211). «Una ecología integral también está hecha de
simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del
aprovechamiento, del egoísmo» (230). Todo ello será más sencillo si parte de una mirada contemplativa que
viene de la fe. «Para el creyente, el mundo no se contempla desde afuera sino
desde adentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos
los seres. Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que Dios le ha
dado, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y
su entusiasmo» (220).
Vuelve la
línea propuesta en la Evangelii Gaudium: «La sobriedad, que se
vive con libertad y conciencia, es liberadora» (223), así como «la felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos
atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece
la vida» (223). De este modo se hace posible
«sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por
los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos» (229).
Los santos
nos acompañan en este camino. San Francisco, mencionado muchas
veces, es el «ejemplo por excelencia del cuidado por lo que es débil y de una
ecología integral, vivida con alegría» (10). Pero la Encíclica recuerda también a san Benito, santa
Teresa de Lisieux y al beato Charles de Foucauld.
Después de la Laudato si’, el examen de conciencia –instrumento
que la Iglesia ha aconsejado para orientar la propia vida a la luz de la
relación con el Señor– deberá incluir una nueva dimensión, considerando no sólo
cómo se vive la comunión con Dios, con los otros y con uno mismo, sino también
con todas las creaturas y la naturaleza.
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