UNA VIDA PENITENTE ES PRENDA DE SALVACIÓN
En el salmo sexto se nos habla del
verdadero fruto de la penitencia, de los beneficios que producen los
sollozos. El corazón contrito está libre de torcidas inclinaciones. Imitemos
esta vida: y si alguno pretende burlarse de nosotros, aunque sea rey, no nos
preocupe perder su amistad. Nada hay más ignominioso en el hombre, por muy
encumbrado que se halle, que estar sometido al vicio. De la misma forma, nada
más noble que poseer la virtud, aunque se esté privado de libertad en
prisiones.
Piedad de mí, Señor,
que desfallezco…
Vuélvete, Señor, pon a salvo mi vida,
El
Señor ha oído la voz de mis sollozos.
No dice el salmo: «Ha oído mi voz», simplemente, sino: «La voz de mis
sollozos». Amplía mucho más su contenido al mencionar la voz y conjuntamente
los sollozos, pues, cuando dice voz, no se refiere a la intensidad del clamor,
sino a la disposición interna del alma;
y cuando añade sollozos, no se fija tanto en las lágrimas que vierten los ojos,
cuanto en el gemido que emerge de lo profundo del corazón.
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha acogido
mi petición
Dios
acoge la oración de quien ha elegido el camino de la penitencia, ganándose, además, el precioso don de
conmover a los otros y de disponerles a la penitencia de sus culpas y a
abandonar la senda que conduce a la perdición. Todos mis enemigos, confusos,
retroceden, súbitamente aterrados. Esta súplica es útil, y diría yo que
pudorosa e íntima. Quienes viven en el pecado, si se avergüenzan y retroceden
confusos, se verán libres de todo vicio. A la manera que nosotros,
encontrándonos casualmente con un hombre que se halla perdido, sin rumbo, por
lugares tortuosos y en trance de caer en un precipicio, le libramos porque con
voz potente le decimos: «Hombre, ¿a dónde vas?». Hay otro precipicio ante tu
vista: los pecadores, para los que tú logras que retrocedan de su mala vida.
Otro símil: el caballo encabritado, y no reprimido a tiempo, corre el peligro
de morir repentinamente.
Escojamos,
hermanos, la senda de una vida penitente, que es prenda de salvación; tomemos antídotos eficaces contra la perversión
del corazón. Porque verdadera penitencia no es la que se proclama con los
labios, sino la que se consolida con las obras; es verdadera penitencia la que
procede del corazón y borra nuestra iniquidad.
Isaías
dice: «Lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista».
¿Qué sugiere esta redundancia de palabras? ¿No hubiera bastado con afirmar
"quitad vuestras fechorías"? ¿A qué, pues, añadir "de delante de
mi vista"? Porque distinta es la mirada de los hombres de la mirada de
Dios: El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón. No
falsifiquéis, pues, el verdadero rostro de la penitencia, quiere decir el
profeta, sino haced frutos dignos en obras de arrepentimiento sincero ante mi
vista, que escruta los secretos más íntimos de vuestro corazón.
Exposición de san
Juan Crisóstomo sobre los salmos
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