MARZO: DESDE EL CUARTO DE GUARDIA
Alabado sea el
Santísimo Sacramento del Altar
I - LA ADORACIÓN
NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
1º Marco para esta noche de febrero.
“Tú
que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: “Refugio mío, Alcázar mío
Dios mío, confío en ti”.
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: “Refugio mío, Alcázar mío
Dios mío, confío en ti”.
A
toda la vida del creyente se le debe aplicar esta oración, pero cobra un
significado muy entrañable y cercano para todo adorador nocturno. Desde que
entramos en el templo para hacer la vigilia nos ponemos al amparo de nuestro
Dios y metafóricamente a la sombra protectora del Omnipotente, en la penumbra
iluminada por la lamparilla. ¿Qué debería resonar en nuestro interior a lo
largo de todo el turno? ¡“Dios mío, confío en ti”!
2º Una oración jaculatoria al
espíritu santo, para que nos encienda en amores.
-“¡Oh Dios,
que has instruido los corazones de tus fieles
con la luz del Espíritu Santo!, concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu y gocemos siempre de su divino consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor.”-
con la luz del Espíritu Santo!, concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu y gocemos siempre de su divino consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor.”-
La adoración
nocturna es escuela de formación pero para aprender a amar a Jesucristo en el
prodigio de la Eucaristía, sacrificio y sacramento. Sólo el Espíritu Santo,
Espíritu de Cristo, que procede del Padre y del Hijo, puede concedernos
el sentir
rectamente, no según nuestros pareceres, y hacernos gozar de sus consuelos.
3º Un texto de un santo o de la iglesia
que nos inicie en la oración meditativa.
-“Carta encíclica de San Pablo VI “MYSTERIUM
FIDEI” Sobre La Doctrina y Culto De La Sagrada Eucaristía”-
INTRODUCCIÓN
(Manual
pág112-113)
«Ante todo queremos recordar una verdad, por vosotros bien
sabida, pero muy necesaria para eliminar todo veneno de racionalismo; verdad,
que muchos católicos han sellado con su propia sangre y que célebres Padres y
Doctores de la Iglesia han profesado y enseñado constantemente, esto es,
que la Eucaristía es un altísimo misterio, más aún, hablando con
propiedad, como dice la sagrada liturgia, el
misterio de fe. Efectivamente, sólo
en él, como muy sabidamente dice nuestro predecesor León XIII, de feliz
memoria, se contienen con singular riqueza y variedad de milagros todas
las realidades sobrenaturales .
Luego es
necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde reverencia, no
siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la
Revelación divina.
San Juan Crisóstomo, que, como sabéis, trató con palabra tan elevada y con piedad tan profunda el misterio eucarístico, instruyendo en cierta ocasión a sus fieles acerca de esta verdad, se expresó en estos apropiados términos: «Inclinémonos ante Dios; y no le contradigamos, aun cuando lo que Él dice pueda parecer contrario a nuestra razón y a nuestra inteligencia; que su palabra prevalezca sobre nuestra razón e inteligencia. Observemos esta misma conducta respecto al misterio [eucarístico], no considerando solamente lo que cae bajo los sentidos, sino atendiendo a sus palabras, porque su palabra no puede engañar».
San Juan Crisóstomo, que, como sabéis, trató con palabra tan elevada y con piedad tan profunda el misterio eucarístico, instruyendo en cierta ocasión a sus fieles acerca de esta verdad, se expresó en estos apropiados términos: «Inclinémonos ante Dios; y no le contradigamos, aun cuando lo que Él dice pueda parecer contrario a nuestra razón y a nuestra inteligencia; que su palabra prevalezca sobre nuestra razón e inteligencia. Observemos esta misma conducta respecto al misterio [eucarístico], no considerando solamente lo que cae bajo los sentidos, sino atendiendo a sus palabras, porque su palabra no puede engañar».
Idénticas
afirmaciones han hecho con frecuencia los doctores escolásticos. Que en
este sacramento se halle presente el cuerpo verdadero y la sangre verdadera de
Cristo, no se puede percibir con los sentidos —como dice Santo Tomás—, sino sólo
con la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios. Por esto, comentando aquel
pasaje de San Lucas 22, 19: «Hoc est corpus meum quod pro vobis tradetur», San Cirilo dice: «No
dudes si esto es verdad, sino más bien acepta con fe las palabras del Salvador:
porque, siendo Él la verdad, no miente».
Por eso,
haciendo eco al Doctor Angélico, el
pueblo cristiano canta frecuentemente: [«En ti se engaña la vista, el tacto, el
gusto; sólo el oído cree con seguridad. Creo
lo que ha dicho el Hijo de Dios, pues nada hay más verdadero que este Verbo de
la verdad»].
Más aún, afirma San Buenaventura: «Que Cristo está en el
sacramento como signo, no ofrece dificultad alguna; pero que esté
verdaderamente en el sacramento, como en el cielo, he ahí la grandísima dificultad;
creer esto, pues, es muy meritorio».
Por lo demás, esto mismo ya lo insinúa el Evangelio, cuando
cuenta cómo muchos de los discípulos de Cristo, luego de oír que habían de
comer su carne y beber su sangre, volvieron las espaldas al Señor y le
abandonaron diciendo: «¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede oírlas?». En cambio, Pedro, al
preguntarle el Señor si también los Doce querían marcharse, afirmó con pronta firmeza su fe y la de los demás apóstoles,
con esta admirable respuesta: «Señor, ¿a
quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna».
Toda la encíclica es un
tesoro del depósito de la fe sobre el prodigio eucarístico.
Entera y una y mil veces debiéramos leerla con pasión y devoción. Es
doctrina segura para tiempos firmes en la fe y
para tiempos de estampida y zozobra.
A la
encíclica (y al fragmento seleccionado), la vertebran dos elementos: uno
doctrinal sobre las verdades indiscutibles para las que pedimos al Espíritu Santo que nos dé la gracia
de sentirlas rectamente, en fidelidad a la revelación y a la tradición.
Os pido de todo
corazón que hagáis vuestro lo que afirma San Buenaventura: «Que Cristo está en
el sacramento como signo, no ofrece dificultad alguna; pero que esté
verdaderamente en el sacramento, como en el cielo, he ahí la grandísima
dificultad; creer esto, pues, es muy meritorio». Hoy
se niega su presencia. Se reduce la Eucaristía a signo.
El otro es
orientativo sobre la actitud que debemos adoptar los creyentes y con cuánta mayor razón los adoradores nocturnos. Con
humilde reverencia: no puede engañarnos
el disfraz de tan asombrosa dignidad. Dios escondido en el pan. Alabado y
bendito sea por siempre.
Postrados
a sus pies humildemente:
« Inclinémonos ante Dios; y no le contradigamos »
Preguntas para el diálogo
y la meditación.
■ ¿Venimos ante el
Señor con la carga de todas nuestras inquietudes y necesidades? Hay que venir
con todas, las materiales y espirituales. ¿Confiamos “de veras” en nuestro
Dios, alcázar y protector?
■ Hablamos, al
referirnos a la conciencia, de que ha de ser recta. ¿Por qué ante las verdades
propuestas como ciertas por la Iglesia han de ser recibidas rectamente? ¿Qué
las puede torcer?
■ Si en la Eucaristía
Cristo estuviera presente como un signo, pero no en cuerpo, sangre alma y
divinidad ¿por qué las celebraciones litúrgicas, por ejemplo, no serían
actos religiosos para dar a Dios el culto debido sino simples ceremonias
sociales para resaltar una fraternidad sin Dios?
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