«ESTE ES MI HIJO AMADO, EN QUIEN ME COMPLAZCO.
ESCUCHADLO»
La transfiguración de Mateo comentada magistralmente por el papa Juan
Pablo II en Vita Consecrata es una obra de arte. Aquí esta expresada la vida
cristiana, la vocación de seguimiento de Cristo que se inicia, se mantiene y se
culmina cuando decimos y vivimos una y otra vez la experiencia del Tabor, que
bien se está Señor contigo aquí. Aquí y siempre solo el encuentro
con el Señor en la montaña alta de la contemplación, nos lleva a bajar al monte
de la desfiguración, donde nuestros hermanos viven en el monte Getsemaní triturados por el
sufrimiento y el cansancio.
Suben los tres
íntimos y allí en la experiencia contemplativa el Señor les revela los
secretos de su Corazón. Es necesario subir al monte para bajar al valle. La vida
cristiana de toda la vida, de siempre cantada y contada por los místicos, es
subir para bajar y es bajar para subir. Solo en ascender con Jesús
contemplativo del Padre y descender con Jesús a todos los lugares de
sufrimientos, donde se hacen miles de preguntas y cuánto cuesta esperar las
respuestas. Es verdad que el Señor no responde a nuestros porqués, sería
ponernos en el puesto de Dios, pero si tenemos paciencia y sabemos esperar, el
siempre responde a nuestros para qué...lo entenderás más tarde, nos recuerda
Jesús.
Se aparecen
conversando con Jesús, Moisés y Elías. El significado es que los dos juntos conversando con
Jesús nos revela en profundidad lo que es la vida de seguimiento de Cristo. Por una parte
Moisés representa la ley del Sinaí. Es el hombre que nos recuerda el
cumplimiento de los mandamientos que nunca están superados ni abolidos. Elías
es el profeta contemplativo místico. El hombre del silencio. Profundamente
libre. El hombre carismático en el seguimiento del Señor. Ser cristiano no es
solo cumplir la Ley y basta. Tampoco es vivir el carisma de siendo tan libres,
acabar sin vivir nada y haciendo siempre nuestra voluntad. Es necesario unir en
el Corazón de Cristo la fidelidad a la ley, que dialogando con Cristo y por la
contemplación, nos haga santos y no rigoristas, que acaba matando el encanto de
la vida con Dios.
En el monte
alto, en la preciosa teofanía o manifestación de la Trinidad, se nos descubre y
se nos llama con la profunda identidad de los que siguen a Cristo y quieren
convertirse como las vidrieras, en vocación de dejar pasar la luz de Dios a los
hermanos en el camino de la vida. Nuestra profunda identidad es que somos hijos
amados, predilectos donde Dios se complace y nuestra vida tiene que estar determinada
por el gran mandamiento de la escucha...escucha Israel. Una llamada a que
nuestra vida sea una escucha de la Palabra que nos da vida.
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
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