JULIO: Eucaristía y Doctrina
Social de la Iglesia
Eucaristía y Familia
Tras haber recorrido en meses precedentes
la PRIMERA PARTE del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, dedicada a
los fundamentos y principios de la enseñanza social de la Iglesia, entramos este
mes en la SEGUNDA PARTE, donde se
afrontan los grandes temas actuales y permanentes de la vida social: Familia,
trabajo, economía, política, relaciones internacionales (orden mundial), medio ambiente y la promoción de la paz. Abordaremos
en este TRIMESTRE los tres primeros.
Introducción.
De este modo vamos a tratar en este mes la
FAMILIA, tema en el que la enseñanza del Compendio se ha visto enriquecida por
el pasado Sínodo de la Familia y la exhortación apostólica del Papa
Francisco Amoris laetitia del 19 de marzo de 2016.
Creo necesario, antes de abordar este tema
desde la enseñanza social de la Iglesia, invitaros a considerar la
situación actual que vive la humanidad ante la realidad familiar, situación
diversa de una zona del mundo a otra, pero cada vez más parecida (“globalización
cultural”). Hoy, se nos dice a los cristianos: “no podéis intentar
imponer vuestro modelo de familia”. Esto da por
hecho que no existe un modelo de familia “natural”, vinculado a la Creación del
ser humano por Dios. Un modelo que, conocido o no, cuando se conoce sin
prejuicios, aparece como particularmente apto para el bien integral de la
persona humana. Se nos dice: “hay muchos modelos de familia igualmente legítimos”, sea que emanan de diversos modelos culturales, sea
que responden a la libre voluntad de los seres humanos.
Detrás de estas posiciones no está solamente un
relativismo moral o social, hay una negación del hecho de la Creación y una negación de la llamada Ley Natural, ligada a la
Creación divina y adecuada a la razón humana. Los cristianos no podemos nunca aceptar este
planteamiento que nos arroja
al voluntarismo más absoluto y a la negación misma de la Familia. Si todo vale
como “familia”, no hay familia. En lugares como España estas ideas tratan de
imponerse hasta por ley, desde la Ideología de Género. Pero no terminan de
cuajar, porque no es tan fácil arrancar de cuajo casi 2000 años de “cultura
cristiana”.
Pero hemos de ser conscientes de que la Familia hoy no sólo ha de
superar los daños que le causan el pecado y las debilidades de los seres
humanos heridos por él, sino un poderoso intento ideológico y político, tendente a
eliminar del tejido social la Familia. Los católicos
hemos de posicionarnos contra toda forma de violencia o discriminación en el
ámbito familiar. Hemos de favorecer las iniciativas que protejan el bien de los
más débiles en el seno de las familias. Incluso, hemos de respetar las opciones
personales que consideramos erróneas, a la hora de plantear la convivencia
entre personas en un ámbito familiar. Pero no podemos aceptar la desaparición
del modelo de familia que creemos querido por Dios, e inscrito por ello en la
misma naturaleza humana, como garantía de su bien integral y del respeto de su
dignidad.
La familia, primera sociedad
natural (CDSI pp.109-111)
La primera realidad social que
un ser humano conoce es la familia. El ser humano, que al nacer es una de las
criaturas más dependientes que existe, tiene un vínculo natural, querido por
Dios, con quienes le dan el ser, una madre y un padre. Padres e hijos forman la
familia, destinada a acoger y acompañar a cada ser humano que inicia su vida a partir de la unión amorosa de sus padres. Siendo la
persona humana el centro, la familia es querida como servicio y como garantía
de su dignidad desde el momento de la concepción. Los hijos son un “don”, no un derecho. El derecho es, por parte del ser humano concebido, a
tener y ser acogido en su familia, por sus padres y hermanos. Resulta
contrario a la concepción cristiana, plantear los hijos como un derecho de los
individuos que desean ser padres a su modo. Y
esto condiciona necesariamente la manera de legislar sobre las “adopciones” o
los modos de llegar a ser padres, con toda la problemática, por ejemplo, de los
llamados “vientres de alquiler”.
Esta primacía natural de la
familia sobre otras realidades sociales, implica que las instancias
sociales más grandes, municipio, escuela, región, estado… han de
orientarse a ayudar a las familias y no a suplantarlas. La “tribu” ayuda a los padres y hermanos, no los
reemplaza, en un justo orden de las cosas. La “patria potestad” tendría que ser
considerada con más respeto por el Estado. Se ha de favorecer el ejercicio de
la vida familiar, para garantizar mejor los derechos de cada persona desde que
viene al mundo y para asegurar una verdadera cohesión y vitalidad en la vida
social.
Matrimonio, fundamento de la familia (CDSI pp.112-114)
El matrimonio de un hombre y una
mujer, como alianza libre de la persona entera, para toda la vida y abierta a la vida,
es el origen de una familia según la voluntad del Creador. Los pecados de los cónyuges y las legislaciones
divorcistas, favorecedoras de la poligamia, o equiparando la unión estable de
personas del mismo sexo con el matrimonio de creación, dañan gravemente la
naturaleza y pervivencia de la familia y lesionan los derechos de los hijos
(cuando los hay). Los cristianos hemos de favorecer siempre las legislaciones
que mejor salvaguarden los derechos de la familia y de los hijos.
Pero en este sentido es muy interesante la aportación de Amoris
laetitia (n. 37). No basta para el cristiano y para la Iglesia defender
a la familia desde una
clara posición moral y legislativa. Es necesario predicar y favorecer
pastoralmente el protagonismo de la
Gracia, para poder vivir y ofrecer a los seres humanos una
familia sana y conforme a la voluntad de Dios. Si el peor y primer origen de
los males contra la familia son los pecados de sus miembros, sólo desde la
apertura a la Gracia será posible trabajar a favor del Matrimonio y la Familia.
Defender el Matrimonio y la Familia implica dar a conocer y favorecer el
dinamismo de la Gracia y el papel de los Sacramentos, particularmente del Matrimonio, pero también da
Penitencia y la Eucaristía.
Subjetividad social de la familia (CDSI pp. 115-128)
El modelo primero de la familia es la Trinidad divina
como comunión de personas. El amor de Dios es la base de la familia, participado
en el amor conyugal, paterno-filial y fraternal. La familia custodia el amor divino en nosotros y, así,
vela por la dignidad de la persona. Un amor de
entrega mutua y oblación que es necesariamente fecundo y abierto a la vida,
desde la responsabilidad. Este amor es también el motor de la responsabilidad educativa de los padres,
que no puede ser arrebatada por ninguna otra instancia, sino sólo subsidiariamente completada y apoyada. Como
ya hemos indicado anteriormente la familia sirve a las personas desde su
concepción y las tutela y acompaña en todos los niveles de su desarrollo y
maduración; la custodia de los derechos de los niños se ve reforzada por el
amor de Dios que marca el estilo propio de la familia cristiana auténtica.
La familia, protagonista de la vida social (CDSI pp. 128-131)
La Iglesia apoya, cada vez con
más énfasis, el asociacionismo familiar. El Papa Francisco en Amoris
laetitia lo ha señalado nuevamente (n.223). Parroquias,
movimientos eclesiales, asociaciones específicas, han de ayudar a que los
matrimonios y familias cristianas e incluso las familias no cristianas que
comparten un mismo ideal, se puedan ayudar mutuamente y se hagan sentir
de un modo más eficaz en la Iglesia y en la Sociedad.
Particularmente merecería ser tenida más en consideración, e incluida en
los debates para renovar la vida económica mundial, la enseñanza eclesial sobre
las relaciones entre familia y economía. La familia tiene un gran potencial
como sujeto de relaciones económicas y laborales. Una economía que mira sólo a
los individuos aislados y no tiene en cuenta la estructura familiar de la
Sociedad, termina por ser una economía que no respeta ni sirve a las personas.
La sociedad al servicio de la
familia (CDSI pp. 131-132)
Sería este título la síntesis de la
comprensión bíblica y cristiana de la institución familiar. La Sociedad es
deudora de las familias y se debe a
ellas para poder verdaderamente perseguir el bien común. Una sociedad sin
familia se torna un medio insalubre y hostil para las personas. La soledad deja
a los seres humanos inermes y expuestos a abusos y manipulaciones, cada vez más
agresivos por parte del poder. La crisis de las familias se traduce rápidamente
en patologías de las personas y en el desarrollo de individualismos asociales.
Eucaristía y familia.
Como hemos señalado en su momento la Eucaristía juega
un papel clave en el fortalecimiento y crecimiento de la verdadera familia,
desde la apertura y la transformación por la acción de la Gracia de las
personas que integran la familia y su núcleo que es el matrimonio.
El amor conyugal brota y se renueva del amor
eucarístico. El mismo
Ritual del Matrimonio destaca este nexo Matrimonio-Eucaristía. Pero luego, día
a día, la participación en la Misa y la práctica de la adoración eucarística
fortalecen esa caridad divina, que es el motor de la vida conyugal y familiar. La participación eucarística nos mueve a participar y
nos enseña a crecer en el amor conyugal y familiar.
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Conoces o te esfuerzas por
conocer el contenido de las enseñanzas de la Iglesia sobre el Matrimonio y la
Familia?
■ ¿Crees que, a nivel
parroquial o de Adoración Nocturna Española, hacemos todo lo necesario para que
se descubra la importancia de la “apertura a la Gracia” de cara a la defensa
del Matrimonio y la Familia?
■ ¿Qué iniciativas conoces a
nivel asociativo para ayudar a matrimonios y familias ante los retos del
momento presente?
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