« ¿NO ES ESTE EL CARPINTERO, EL HIJO DE MARÍA,… »
En la primera lectura
de este domingo tenemos unas claves esenciales que han venido a ser una
constante en la tarea profética y que no podemos pasar por alto, porque las
encontramos hoy en el enviado a evangelizar. El profeta Ezequiel parte de la
vocación profética, cuyo origen está en Dios, que es el que llama. Eso sí, está
claro que llama a una persona frágil, a “un hijo de hombre”, a un “hecho de
tierra”. Sobre esta persona Dios derrama el Espíritu Santo para que proclame la
Palabra de una manera eficaz. Otro aspecto necesario en la relación del elegido
con Dios es que se mantenga a la escucha. Hasta aquí las cosas van bien, pero
hay una seria dificultad con la que se encuentra el profeta elegido: la dureza
del corazón de los destinatarios, de la gente a la que ha sido enviado. Como la
rebeldía de unos hijos que le han cerrado el corazón al Padre y le han cerrado
los oídos a sus palabras. El profeta se encuentra en una situación de soledad,
señalado con el dedo y viene a ser un signo de contradicción, como una piedra
de tropiezo para la gente. El profeta es rechazado.
Si uno va recorriendo la secuencia de la
experiencia del profeta, va viéndose identificado con él, pues no ha perdido
actualidad esa misión. Por aquí pasó el mismo Jesús en la sinagoga de
Nazaret, cómo la gente rechazaba la revelación de Dios en Jesús y, lo que es más doloroso para Jesús, los que lo
rechazaban eran los más íntimos, los de su tierra, los de su casa. El caso es
que estos quedan admirados de las palabras de gracia que salen de sus labios,
pero lo que no podían entender era que uno “al que habían visto nacer” les
hablara en el nombre de Dios, esto les impedía reconocerlo como enviado de
Dios. Jesús estaba sorprendido por el rechazo de la gente, extrañado por la falta de fe, de tal manera que no pudo hacer allí ningún milagro.
La dureza del corazón es un elemento a
tener en cuenta, porque te incapacita para ver y escuchar a Dios; si tú te empeñas en rechazar a Dios estás negando que
Él te pueda salvar, dar la Vida, fortalecerte en tu debilidad. En el fondo,
parece que el rechazo viene provocado por la manifestación del poder de Dios,
que no usa fenómenos extraordinarios, sino que se hace presente de una forma
frágil, humilde y utiliza mediaciones sencillas, un simple hombre o mujer, “pecadores vueltos a levantar”, como
nos decía el Papa Francisco. Pero Dios sigue adelante en su Plan de Salvación,
sigue saliendo a nuestro encuentro, porque está decidido a salvarnos, a salvar
a todos los hombres.
Vistas estas cosas, en el contexto de la
misa, “el relato del rechazo de
Jesús en Nazaret subraya la presencia del Rechazado que resucitó, justificando
así la validez de este camino de revelación querido por Dios”. Que en
esta Eucaristía aprendamos a abrir los oídos para Dios, escuchar su Palabra y
ver a Cristo perdonando nuestros pecados y como el médico que sana nuestros
dolores y sufrimientos. Debemos pedir el don de la fe y la humildad para ver a
Dios cerca de nosotros.
+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena
No hay comentarios:
Publicar un comentario