«MAESTRO, ¡QUÉ BUENO ES QUE ESTEMOS AQUÍ!»
La versión de la Transfiguración que hace
Marcos es de una sencillez y de una profundización encantadora. Jesús sube al
Monte de la Transfiguración con los tres íntimos. Es una catequesis bautismal
que se les explicaba a los catecúmenos antes de recibir el Bautismo, en la
noche de Pascua, para decirles que subir al monte, que está en el camino de
Jerusalén, Monte de la Transfiguración, exige bajar al valle de la
desfiguración, a la cruz para resucitar.
Es la única escena de todo el Evangelio
donde se presenta la
Humanidad de Jesús con el adelanto de la Glorificación. Es el Dios hecho Hombre
antes de la muerte y resurrección,
que nos habla de que tenemos que llegar hasta el final de nuestra entrega.
El CONTIGO
AQUÍ que le hace decir a Pedro
lo bien que se está siempre con el Señor, es tanto para Oriente como para
Occidente, la explicación de lo que es la vida consagrada, la vida dedicada
sólo al Señor que te hace exclamar: ¡Qué
bien se está, Señor, contigo aquí!.
Cuando no se descubre esta vida con Dios
es muy difícil dedicarse totalmente al Señor en el monte de la contemplación y
en el valle de la desfiguración. Sólo dedicando la vida a Cristo nuestra vida
se transforma. Pero, sólo cuando nos lleva a contar su Misericordia camino de
Jerusalén es cuando percibimos la profunda llamada del Señor a pertenecerle
siempre, aquí y en la eternidad.
Es, en la intimidad del Señor del Monte,
donde se nos descubren los grandes secretos de su Corazón. Seremos transfigurados para vivir con
los sentimientos del Corazón de Cristo, que nos lanza a bajar y caminar cercano
a nuestros hermanos en el camino de la vida tejida de dolor y de resurrección.
Jesús les
revela, les adentra en la vida de oración. Tiene que padecer para entrar en la
resurrección. Ellos no se enteran, pero se van poco a poco enterando. Se ve
que, envueltos en un misterio por la intimidad en el monte, “lo entenderán más
tarde”. Nadie sabe del profundo Amor de Cristo que nos lanza a vivir en la alegría de experimentarse
hijos amados, escogidos, predilectos del Señor
y, a la vez, llamados a seguirle hasta la muerte y resurrección.
+Francisco Cerro
Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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