«QUÉDATE CON NOSOTROS, PORQUE
ATARDECE»
El síndrome de Emaús es una enfermedad que, a veces, se sufre en la Iglesia cuando en vez de ser una Iglesia en salida y búsqueda es una Iglesia en retirada y huida.
Aquellos
dos, los de Emaús, iban con
todas las desesperanzas posibles que puede albergar el corazón humano y que, de una u otra manera, se llama cruz. La cruz siempre es
un escándalo en el corazón humano que parece obstruido para creer y para
lanzarse en los brazos amorosos del Padre. El razonamiento nuestro es tan
simple como el mecanismo del chupete de un niño. Dios nos quiere mucho cuando
todo nos va bien y no nos quiere nada cuando sufrimos y nos va mal.
Aquel
peregrino de Emaús caminó con ellos. Les escucha y sencillamente está a su lado
en las duras y en las maduras. Son capaces de contar lo que les pasa, pero no
son capaces de integrarlo porque les falta la fe que les lance a integrar la
cruz en el camino de la vida.
La
palabra que dicen todos los desesperados de la vida y que se escucha en todos
los Emaús del mundo y de la historia es: “nosotros esperábamos”. Hemos seguido a quienes nos han
decepcionado y ahora caminamos sin rumbo hacia no sabemos ni dónde ni cómo. Se
ha esfumado todo como un sueño. Viven en la profunda decepción del corazón.
Jesús
les da una lección de catecismo. Les explica, a la luz de las Escrituras, su
vida y ante las palabras “nosotros esperábamos” de todos los que dicen que
buscan y no encuentran, el
Señor nos dice que “era necesario”. Todo lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá
en nuestra vida era necesario “para entrar
en su gloria”, para seguir a Jesús en todos los momentos de la vida, cuando
amanece o cuando oscurece en nuestra vida, siempre
podremos decirle al Señor: “Quédate
con nosotros porque atardece y el día declina en nuestras vidas”.
Al
final del camino, como al pueblo de Israel, el Señor nos alienta con el maná,
con el Pan de Vida, con la Eucaristía, la locura de un Amor que se hace pan
partido y sangre derramada por la vida del mundo.
Caminaron su vida y, el encuentro con el Peregrino
de Emaús, les hizo volver al
cenáculo, a la comunidad, a la Iglesia que les va a decir, también a ellos, que
Jesús está suelto por ahí, que la meta es Él. Que está vivo y coleando y sólo
quien tenga los ojos del corazón abiertos y no torpes a sus inspiraciones, se
le puede encontrar en todos los caminos de la vida. Sólo
hay que sentarse a su lado y dejar que, partiendo el pan, estalle en nuestros
ojos la Luz de su Amor para decir una y otra vez: ¡ES ÉL!
¡Qué torpes de no reconocerle!
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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