« ¡BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR! »
La pasión de Cristo es la declaración de
amor de Dios a cada persona humana. Es el “te quiero” que, una y otra vez,
nos va a recordar el Señor en nuestras horas bajas, cuando no podemos más.
Aquello que le dijo el Señor a Santa Ángela de Foligno: “No te he amado en broma”.
Es un amor tan en serio, tan dramático, tan total, que entrega su vida por amor
muriendo en la Cruz.
La
pasión, según San Mateo, nos presenta un Jesús Maestro. Que enseña y predica
desde el dolor. Es un Cristo que después de haber proclamado las
Bienaventuranzas (Mt.5) ahora
las vive en su propia carne, viviendo su pasión con un corazón ilimitadamente
bueno, manso, humilde y pobre, que lucha por la justicia. Todo esto se refleja en la pasión donde Jesús entrega su vida por amor
como Maestro y Pastor, llevado a la cruz como “cordero llevado al matadero”
(Is.
53.7).
El
Cristo de la pasión también es un Cristo que exige la identificación con su
proyecto de amor con su persona y su enseñanza, capaz de entregar la vida para
que otros tengan vida y la tengan en abundancia.
La pasión comienza con la entrada triunfal
en Jerusalén, la ciudad que no quiso acogerle, donde Jesús va a morir y a
resucitar. Dicen los rabinos judíos que Dios le dio al mundo diez bellezas,
nueve se las dio a Jerusalén y el resto se las dio al mundo. A la hora de dar
el sufrimiento, el Señor le dio nueve a Jerusalén y el resto al mundo.
Jerusalén, va a ser el lugar de la trituración de Jesús, donde va a ser machacado,
llevado a la cruz con todos los crucificados de la historia.
En el fondo, la cruz y el dolor, forman
parte de la vida humana. Sin entrega de la vida, sin la carga de la cruz,
sin la humildad del corazón no podremos servir a Jesús, no podremos servir a
nuestros hermanos. “Que cada cual cargue
con su cruz y me siga”.
El Cristo de la pasión de Mateo es también
un Cristo que exige la identificación con su proyecto de amor, con su persona y
enseñanzas, capaz de entregar su vida. Con Mateo subir a Jerusalén y agonizar,
morir y resucitar, “Con El, por El y en El”.
Con la subida Jesús nos enseña en su
Vida y en su dolor, en su Muerte y en la Resurrección, que para seguir a Jesús
hay que tener el corazón de discípulo que entrega la vida por Amor, abriendo su
Corazón de par en par.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres
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