CUARESMA, UN NUEVO
COMIENZO
Como
todos los años, el Santo Padre ha enviado a la Iglesia un mensaje para orientar
los esfuerzos de conversión de esta Cuaresma. Con esta recomendación pretende
preparar los corazones para cambiar al mundo, cosa que solamente sucederá si
hay corazones nuevos. No es, por tanto, un mensaje político, sino de la fe, que
debe llegar a transformarnos a todos y que adquiere profundas consecuencias
sociales.
“La
palabra es un don. El otro es un don”: he aquí el lema propuesto por Francisco.
Nos recuerda la parábola del rico y del pobre Lázaro, que no es una enseñanza
solamente para los ricos, sino para todos los hombres, porque todo hombre puede
verse en esta situación. Mientras “Sartre decía: “el infierno es el otro”, el
Papa con el Evangelio dice, por el contrario, que “el otro es un don”, aunque
nada tenga, porque para el cristiano “el Cielo es el otro”. Ahora bien, para
que esto suceda hace falta que la Palabra de Dios llegue al Corazón del hombre
y lo cambie, pues de lo contrario todo se queda en moralismo.
La
raíz del problema, tal como dice San Pablo, está en que Cristo ha muerto por
los hombres para que el hombre no viva más para sí mismo. Este es el punto
crucial: vivir para sí mismo es una maldición. La raíz del mal está en no
escuchar la Palabra de Dios, así como en olvidarse del otro. Cada uno de
nosotros puede intentar hacer una “florecilla” en esta Cuaresma, y ofrecer
algún sacrificio, pero todo lo que haga tiene que ser reflejo de algo más
profundo.
Jesús enseña en la parábola del rico y del
pobre Lázaro que lo que se condena no es el dinero, sino el olvido del otro. El
hombre rico de la parábola, así llamado, era un hombre lleno de sí mismo, que
ni siquiera vio a Lázaro en su puerta, tenía una ocasión para salvarse pero no
fue capaz de verlo. Cuando reconoce, en el más allá, que el otro junto a su
puerta es una oportunidad para salvarse, pide que alguno avise a sus hermanos.
Nuestro
peligro, como el de este rico es el relativismo y el narcisismo que nos ciegan;
la necesidad de aparentar, y como si en nombre del éxito todo estuviese
permitido, incluso devastar la creación. La historia de la humanidad se ha
caracterizado por el miedo del otro y la ceguera, como sucede, por ejemplo, en
la emigración y en el miedo de sufrir violencia, pero es necesario superar el
miedo y encontrar una respuesta. ¡Qué importante es escuchar la tragedia que
está detrás de ese fenómeno que nos incomoda, y ver que el otro es una ocasión
para encontrar a Cristo!
La
Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la
Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo
recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado
a volver a Dios “de todo corazón” (Jl 2,12),
a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el
Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando
pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta
su voluntad de perdonar (cf. Francisco, Homilía 8 enero
2016). Intensifiquemos la vida del espíritu a través de los
medios que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna, escuchando
constantemente la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo es quien nos lleva a
realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la
Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo
presente en los hermanos necesitados. Todos los fieles debemos manifestar
también esta renovación espiritual participando en las Conferencias Cuaresmales
de las parroquias y en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la
Iglesia promueven en las distintas partes del mundo para recuperar la mirada de
Dios sobre las cosas y para que aumente la cultura del encuentro en la única
familia humana. Vivamos la caridad y demos testimonio de ella y oremos unos por
otros para que lleguemos a participar todos de la victoria de Cristo.
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Rafael Zornoza Boy - Obispo de Cádiz y Ceuta
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