DIOS NOS RECREA EN EL AMOR
Este
domingo comenzamos la Semana Santa, un tiempo lleno de hermosas experiencias y numerosos
avisos del ejemplar y fiel amor entregado de Nuestro Señor. Cristo vuelve a ser
aclamado a la entrada de Jerusalén, quizás
seas tú uno de los que está gritando: "¡Hosanna
al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!", pero entre los asistentes habían también quienes
preguntaban: "¿Quién es este?" No todo el mundo le rechazó, que no
faltaron los que le confesaban: "¡Es Jesús, el Profeta de Nazaret de
Galilea!". El relato de la pasión nos sobrecoge y nos va a preparar para
la contemplación reposada de los sufrimientos del Hijo de Dios. Nuestro Señor
entró en Jerusalén entre los gritos de alabanza de unos, la indiferencia e
ignorancia de otros y la confesión de fe de los creyentes... A este nuevo Domingo de
Ramos, ya le traemos a Cristo su cruz, son nuestros pecados los que cargará sobre sus hombros, nuestros pecados
de indiferencia y de falta de misericordia.
En medio de aquel alboroto, que supuso la
entrada en Jerusalén, lo único que le importaba a Jesús era hacer la voluntad
del Padre: "Heme aquí que vengo para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad" (Heb 10, 5-7). Esta era su intención, lo había repetido muchas
veces a los discípulos: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió
y acabar su obra" (Jn 4, 34). Jesús
vive de la voluntad del Padre. Este es su alimento. En este día tenemos que
decidirnos a imitar a Cristo y aceptar nuestras cruces, cargarlas sobre nuestros hombros y entrar en
Jerusalén. La cruz es signo de contradicción, de duda, de
fracaso. Aparentemente es el hundimiento de Jesús en el
reino de la muerte. Pero para el creyente, su muerte es la señal luminosa
de vida, de entrega, de victoria. ¡Aquí
tenemos el verdadero rostro de Dios! Desde la cruz de Cristo, Dios es compañero
del hombre hasta la muerte.
Dios da la cara por nosotros, no se
esconde, está siempre a nuestro lado, calla y acepta sufrir hasta el final,
vencerá a la violencia con el amor y mostrará el valor de la unidad saliendo al
encuentro de nuestras divisiones con el perdón. La historia más impresionante del mundo pasará delante
de nuestros ojos en estos días, pero
precisará un corazón sencillo y humilde para saber leer la Palabra que Dios nos
regala. Pero es
necesario poner las condiciones para vivir en Semana Santa: participa en los
sacramentos, lee con atención la Palabra de Dios, guarda silencio, no dejes la
oración y practica la caridad. Te
aseguro que distinguirás la voz de Dios con claridad y nitidez. Al terminar
esta semana entenderás cómo la humanidad ha salido recreada por el amor de
Dios, cómo Cristo pagó por nosotros y ha iniciado la humanidad salvada. Dejemos
que la Pasión de Cristo nos penetre con su fuerza.
+ José
Manuel Lorca Planes-Obispo de Cartagena
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