Nota de la CCXXXIII Comisión Permanente de
la Conferencia Episcopal Española.
1. Ante el debate abierto con motivo de la retirada por parte del Gobierno del "Anteproyecto de Ley para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada", la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española desea de nuevo hacer oír su voz. La vida humana es sagrada e inviolable y ha de protegerse desde la concepción hasta su fin natural. En esa defensa ocupan un lugar privilegiado los más débiles: aquellos que habiendo sido ya concebidos no han nacido todavía. La ciencia prueba que desde el momento de la concepción hay un nuevo ser humano, único e irrepetible, distinto de los padres.
2. No se puede
construir una sociedad democrática, libre, justa y pacífica, si no se defienden
y respetan los derechos de todos los seres humanos fundamentados en su dignidad
inalienable y, especialmente, el derecho a la vida, que es el principal de todos.
3. Proteger y defender la vida humana es
tarea de todos, principalmente de los Gobiernos. España sigue siendo, por desgracia, una triste excepción, al llegar
incluso a considerar el aborto como un "derecho". En este sentido es
especialmente grave la responsabilidad de quienes, habiendo incluido entre sus
compromisos políticos la promesa de una ley que aminoraba algo la desprotección
de la vida humana naciente que existe en la vigente normativa del aborto, han
renunciado a seguir adelante con ello en aras de supuestos cálculos políticos. Hay bienes, como el de la vida
humana, que son innegociables.
4. Es cierto que
la existencia humana no está libre de dificultades. La Iglesia conoce bien los
sufrimientos y carencias de muchas personas a las que se esfuerza en ayudar en
todo el mundo con el ejercicio de la caridad, que es el distintivo de los
discípulos de Jesús (cfr. Jn 13, 35), del que dan testimonio tantas personas
e instituciones eclesiales. Pero, también es verdad que, como nos advierte el
Papa Francisco, aún hemos de hacer más "para acompañar adecuadamente a las mujeres que
se encuentran en situaciones muy duras, donde el
aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias"
(EG, 214). En ello están empeñadas muchas asociaciones eclesiales y civiles, a las
que queremos apoyar al tiempo que pedimos a las Administraciones públicas un
esfuerzo más generoso en políticas eficaces de ayuda a la mujer gestante y a
las familias.
5. Por otro
lado, no es momento, por difícil que pueda parecer, para la desesperanza y el
desencanto democrático ante reveses legislativos. Al contrario, son numerosos
los voluntarios y las organizaciones de apoyo a la vida, promoción de la mujer
y de solidaridad con los más necesitados de la sociedad, quienes nos animan a
seguir adelante, extendiendo la civilización del amor y la cultura de la vida,
y a abrazar sin condición a todos, especialmente a los que más sufren, como son
los más pobres, los inmigrantes, los parados, los sin techo, los enfermos y
todos aquellos, en definitiva, que se encuentran en las periferias sociales y
existenciales. Y por supuesto, acompañar sin descanso a las madres embarazadas para que,
ante cualquier dificultad, no opten por la "solución" de la muerte y elijan siempre el camino de la vida, que es el de la realización más
plena de la verdadera libertad y progreso humano. Oremos para que así sea con
la ayuda de Dios.
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