SOLEMNIDAD
DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Queridos hermanos y hermanas:
… la Ascensión de Jesús al cielo,
que tuvo lugar cuarenta días después de
la Pascua. Este domingo celebramos, además, la Jornada mundial de las
comunicaciones sociales,… San Bernardo de Claraval explica que la Ascensión de
Jesús al cielo se realiza en tres grados: «El primero es la gloria de la
resurrección; el segundo, el poder de juzgar; y el tercero, sentarse a la
derecha del Padre». Inmediatamente antes de este acontecimiento tuvo lugar la
bendición de los discípulos, que los
preparó a recibir el don del Espíritu Santo, para que la salvación fuera
proclamada en todas partes. Jesús mismo les dijo: «Vosotros sois testigos de
estas cosas. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre» (Lc
24,48-49).
El Señor atrae la mirada de los Apóstoles -nuestra mirada- hacia el
cielo para indicarles cómo recorrer el camino del bien durante la vida terrena.
Sin embargo, él permanece en la trama de la historia humana, está cerca de cada
uno de nosotros y guía nuestro camino cristiano: acompaña a los perseguidos a
causa de la fe, está en el corazón de los marginados, se halla presente en
aquellos a los que se niega el derecho a la vida. Podemos escuchar, ver y tocar
al Señor Jesús en la Iglesia, especialmente mediante la palabra y los
sacramentos. A este propósito, exhorto a los muchachos y jóvenes que en este
tiempo pascual reciben el sacramento de la Confirmación a permanecer fieles a
la Palabra de Dios y a la doctrina que han aprendido, como también a acercarse
asiduamente a la Confesión y a la Eucaristía, conscientes de haber sido
elegidos y constituidos para testimoniar la Verdad. Renuevo también mi
invitación especial a los hermanos en el sacerdocio a que «con su vida y sus
obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico» y sepan utilizar con
sabiduría también los medios de comunicación, para dar a conocer la vida de la
Iglesia y ayudar a los hombres de hoy a descubrir el rostro de Cristo. El Señor, al abrirnos el camino del cielo,
nos permite saborear ya en esta tierra la vida divina. Un autor ruso del
siglo XX, en su testamento espiritual, escribió: «Observad más a menudo las
estrellas. Cuando tengáis un peso en el alma, mirad las estrellas o el azul del
cielo. Cuando os sintáis tristes, cuando os ofendan… deteneos a mirar el cielo.
Así vuestra alma encontrará la paz» (Pavel A. Florenskij)…
Jesús resucitado vuelve al Padre, abriéndonos el camino a la vida eterna
y haciendo posible el don del Espíritu Santo. Como los Apóstoles después de la
Ascensión, también nosotros nos recogemos en oración y, en unión espiritual con
la Virgen María, invocamos la efusión del Espíritu. Que su intercesión obtenga
para toda la Iglesia un renovado Pentecostés. Benedicto XVI, pp emérito
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