Pongamos la mirada en la Hostia Santa: ¡es el mismo Dios! ¡El Amor mismo!
La solemnidad del Corpus Christi es
la fiesta de la Eucaristía, don
maravilloso de Cristo, que en la última cena quiso
dejarnos el memorial de
su Pascua, el sacramento de
su Cuerpo y de su Sangre, prenda de inmenso amor por nosotros. Pongamos la
mirada en la Hostia santa:
¡es el mismo Dios! ¡El Amor mismo!
La Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, de su amor
hasta el final por cada uno de nosotros, que Él quiso encomendar a la Iglesia
para que fuera celebrado a través de los siglos. La Eucaristía es escuela de
caridad y de solidaridad. Quien se alimenta con el Pan de Cristo no
puede quedar indiferente ante quien carece del pan cotidiano.
La Eucaristía y
la caridad son dos elementos fundamentales de la vida y de la misión de
la Iglesia y de cada creyente. Profundizar en ellos hace que nuestra
fe llegue más lejos, nos hace crecer personalmente y como comunidad. Eucaristía sin
la caridad se convierte en un culto vacío, tantas veces denunciado en la Sagrada Escritura.
La Eucaristía es el misterio central que «contiene todo el bien espiritual
de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua» (PO, 5). Siempre debemos profundizar en esto para
que cada hombre pueda encontrarse con Jesucristo, que nos ha revelado al Dios «cercano»,
amigo nuestro, y para vivir la caridad. En el sacramento
de la Eucaristía Cristo está verdadera, real y presente, y
nos revela con qué amor Dios nos ama en Él.
Jesús vino a revelarnos el amor del Padre,
pues «el hombre no puede vivir sin amor
(S. Juan Pablo
II, Redemptor hominis, 10). Alimentados
por la Eucaristía, nosotros
también, siguiendo el ejemplo de Cristo, vivimos por Él para ser testigos del
amor. La
caridad es capaz de generar un cambio auténtico y permanente en la sociedad, actuando en
los corazones y en las mentes de los hombres, y cuando se vive en la verdad «es la principal fuerza impulsora
del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad» (Caritas in veritate, 1). […]
Que la fiesta del Corpus Christi sea una
ocasión para crecer en esta atención concreta a los hermanos, especialmente
los pobres, para construir una normalidad nueva, más justa y fraterna,
construida desde un nosotros que nos hace hermanos; que nos haga tomar
conciencia de que, en medio de un tiempo extraordinario y doloroso, necesitamos
recrear nuestras relaciones para sostenernos y cuidarnos de una forma nueva. Os animo a
colaborar con Caritas no solo
económicamente sino también como voluntarios. Hacen falta medios materiales y
económicos, pero también manos al servicio de la caridad. En la Eucaristía, vivida, celebrada y
adorada, encontraréis cada día la fuerza para ser buenos, para mejorar la
sociedad y para ofrecer a nuestros hermanos más pobres la ayuda que necesitan.
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