«La vida contemplativa, cerca de Dios y
del dolor del mundo» es el lema de este año de la Jornada Pro Orantibus,
que la Iglesia celebra en la solemnidad de la Santísima Trinidad, el próximo 30
de mayo.
Los obispos de la Comisión Episcopal para
la Vida Consagrada, organizadora de esta Jornada, recuerdan en el mensaje que
«este es un año más, pero no un año cualquiera. Estamos atravesando una
situación global que ha trastocado fuertemente nuestras vidas». Por ello, subrayan la importancia de la vida contemplativa «que
sufre cuando el mundo sufre porque su apartarse del mundo para buscar a Dios es
una de las formas más bellas de acercarse a él a través de Él».
■… «Vivimos verdaderamente en
un mundo cada vez más extraño y tan alejado de Dios que acaba por banalizar el
hecho de la muerte y el destino eterno de cada persona. Esta nueva situación
reclama de manera urgente el visibilizar la vida contemplativa y el contenido
de su misión. La vida en el silencio de los claustros, la celebración diaria de
la Eucaristía, el rezo de la Liturgia de las Horas, el trabajo oculto y la
intercesión constante por todos, ponen de manifiesto en medio de nuestro mundo
la primacía de Dios, nos recuerdan cual es el fundamento de nuestra existencia
y nos invitan a mirar, más allá de la muerte, hacia un horizonte de esperanza.
La muerte, grita la vida contemplativa, ha sido vencida. Somos ciudadanos del
cielo y es allí, junto a Dios tres veces santo, donde está nuestra meta y hacia
donde hemos de dirigir nuestro deseo. Así nos lo enseña San Pablo: “Nosotros
somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como salvador al Señor
Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo
glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter así todas las
cosas” (Flp 3,20-21). » (+ Juan Antonio, obispo
Complutense)
OBJETIVOS DE LA
JORNADA
Orar por los que entregan generosamente su vida a
la oración diariamente: las personas consagradas en la vida contemplativa.
Expresar el reconocimiento, estima y gratitud por
lo que estos hermanos y hermanas nuestras representan en la Iglesia y en
nuestra sociedad, agradeciendo a Dios –dador de todo don– el rico patrimonio
espiritual de los Institutos de vida enteramente contemplativa.
Dar a conocer la vocación específicamente contemplativa, tan
actual y tan necesaria en la Iglesia y para el mundo, promoviendo iniciativas
dirigidas a incentivar la vida de oración y la dimensión contemplativa en las
Iglesias particulares, dando ocasión a los fieles –donde sea posible– de la
participación en las celebraciones litúrgicas de algún monasterio,
salvaguardando, en todo caso, las características propias de la clausura.
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