«QUIEN PERMANECE EN MÍ Y YO EN ÉL,
DA FRUTO ABUNDANTE»
El Resucitado nos llama a dar fruto y
fruto abundante. No podemos dar fruto si no estamos unidos a la Vid que es
Cristo. Separados de la Vid como el sarmiento no sirve para nada, para el
fuego. Es necesario vivir la comunión con Cristo Resucitado para que tengamos
vida y la tengamos en abundancia… Sin mí, nada, absolutamente nada, podéis hacer.
La Vid necesita la poda. Podar no es matar. Es cortar
con aquello que no nos deja vivir. Se poda para que la vida no se nos vaya por
las ramas, como ocurre cuando no se poda y no se corta con aquello que no nos
deja crecer. Es la vida que el Resucitado como la Vid, nos pide para vivificar
y nos exige la poda de todos nuestros egoísmos.
El gran fruto de Cristo Resucitado, de la
Pascua, es Pentecostés. Es el don del Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que es la profunda identificación con el Corazón de Jesús. Este texto de Juan,
en clave trinitaria, nos introduce en el misterio profundo de nuestra fe, la
vida interior, la inhabitación trinitaria, el crecer por dentro para servir por
fuera.
Seguimos
caminando con el Resucitado que camina con nosotros, que nos cita
siempre y que está recogido aquí, en el cenáculo de la intimidad con la
Trinidad, en la Galilea de los gentiles y en los caminos de Emaús, donde
tenemos que descubrir el amor del Señor en todas las dificultades del camino.
Todo se sintetiza en que sin una profunda intimidad con la Trinidad, no
tendremos ningún recorrido… Sin mí nada podéis hacer. Estar unidos como
la Vid a los sarmientos.
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
Primado de España
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