MARZO: SAN JOSÉ
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Reflexiones que nos
animen y ayuden a encontrarnos con Jesús sacramentado y descansar en su
corazón.
Cada mes daremos algunas pinceladas sobre diversas virtudes que
nos ayuden a vivir la media hora de adoración que tanto insistía el Venerable
Luis de Trelles, o contemplar cómo las vive el Señor
desde el Sacramento; utilizando la Palabra de Dios, el Magisterio, textos de
santos u otros autores, y recogiendo cada mes una de las promesas del Corazón
de Jesús, acabando con una oración.
SAN JOSÉ
La Palabra
de Dios nos dice de San José:
“José, hijo de David, no temas acoger a
María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados.” (Mt.
1,20-21). “José, levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto;
quédate allí hasta que yo te avise” (Mt. 2,13). “Mis
delicias están con los hijos de los hombres.” (Proverbios 8,31).
Que San José nos enseñe a acoger a María y a su Hijo y a adorarlo
y llevarlo a donde Él quiera ir, de la mano de José que como primer
adorador en la noche de Belén, nos hará crecer en intimidad eucarística.
Nos enseña el Abad de San José de Clairval en “Id a José”: “Los dos discípulos de Emaús se sintieron abrasados
en el amor divino en poco tiempo de conversación con Jesús, ¡qué llamas
ardientes de santa caridad debieron iluminar el corazón de José después de
conversar durante treinta años con Jesucristo, después de oír las palabras de
vida eterna que salían de su boca, y observar los maravillosos ejemplos de
humildad, paciencia y obediencia que le daba mostrándose tan diligente en
ayudarle en todos sus trabajos y servirle en todas las necesidades del hogar!
El corazón de José no estaba dividido, porque
el amor que tenía a su Esposa le colmaba de amor divino todavía más. Así sin
lugar a dudas, José, mientras vivió con Jesucristo, acrecentó sus méritos y su
santidad hasta tal punto que podemos ciertamente decir que sobrepasó los
méritos de todos los otros santos.
La familiaridad, el respeto y la
dignidad muy elevada con que Cristo colmó a San José durante su vida
terrena, como un hijo a su padre, no se los retiró en el cielo; más bien se los completó
y llevó al grado más alto.”
“Acordaos de nosotros bienaventurado José,
interceded por nosotros mediante la ayuda de vuestra oración junto a Aquel que
fue considerado como vuestro hijo; al mismo tiempo, hacednos propicia a la
bienaventurada Virgen, vuestra esposa y Reina de los cielos, donde el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo reinan en lo infinito por los siglos de los siglos (San Bernardino de Siena).”
Las preciosas palabras de San Juan Pablo II en “REDEMPTORIS
CUSTOS” - del 15/08/1989, muy actuales para nosotros, adoradores:
“27.- La comunión de vida entre José y Jesús nos lleva todavía a
considerar el misterio de la encarnación precisamente bajo el
aspecto de la humanidad de Cristo, instrumento eficaz de la divinidad en orden a la
santificación de los hombres: «En virtud de la divinidad, las
acciones humanas de Cristo fueron salvíficas para nosotros, produciendo en
nosotros la gracia tanto por razón del mérito, como por una cierta eficacia.
Aún hoy tenemos muchos motivos
para orar con las mismas palabras de León XIII: «Aleja de
nosotros, oh Padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios... Asístenos
propicio desde el cielo en esta lucha contra el poder de las tinieblas ...; y
como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del niño Jesús, así
ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda
adversidad». Aún hoy existen suficientes motivos para
encomendar a todos los hombres a san José.
32.- Deseo vivamente que el presente recuerdo de la figura de san José renueve también en nosotros la intensidad de la oración que hace un siglo mi Predecesor recomendó dirigirle. Esta plegaria y la misma figura de José adquieren una renovada actualidad para la Iglesia de nuestro tiempo, en relación con el nuevo Milenio cristiano. Que san José obtenga para la Iglesia y para el mundo, así como para cada uno de nosotros, la bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
San José vivió en su vida lo que nos
dice “La Imitación de Cristo” Libro 2, 8: “Cuando Jesús está
presente todo es bueno y no parece cosa difícil; más cuando está ausente, todo
es duro. Si Jesús estuviere contigo, ningún enemigo podrá dañarte.”
Promesas del
Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de Alacoque: “Bendeciré
los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada. Pondré paz
en sus familias”. Promesa que se vivió en el hogar de Nazaret de José,
María y Jesús.
Preguntas
para el diálogo y la meditación.
■
¿Qué lugar
le doy a San José en mi vida cristiana y sobre todo como adorador?
■ ¿Soy
consciente de la importancia de su patrocinio en estos tiempos como aconsejan
los Papas?
■ ¿Le
encomiendo todas las necesidades, familiares, sociales y una buena muerte?
■¿Qué lugar ocupa en mi hogar y en mi vida interior?
Acabamos con esta hermosa oración a san José:
Buenas noches San José
con tu esposa y con tu niño
vengo a hablarte con cariño
y me tienes que escuchar.
Tres cosas vengo a pedirte
y me las tienes que dar
en el cielo dadnos gloria
en la tierra dadnos paz
y a la hora de la muerte
nos vengas a consolar.
José bendito tú sabes nuestras penas
dile a tu Niño que nos saque de ellas.
¡Oh Niño hermoso!
Que nuestras penas
se conviertan en gozo.
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