ENERO. NATURALEZA DE LA ADORACIÓN NOCTURNA:
ESCUELA PRÁCTICA DE ORACIÓN PARA APRENDER A AMAR COMO RAZÓN DE VIVIR
En 1889 en el T.XXI de La Lámpara del Santuario, Don Luis de
Trelles, nuestro primer fundador, dos
años antes de su muerte les escribía
a los adoradores nocturnos estas
enjundiosas palabras:
“He aquí, mis amados consocios, a qué nos llama la Vela nocturna; somos llamados
a la adoración, a la
oración, a la reparación de las divinas ofensas, en la audiencia privada que
nos otorga el amor de Dios Sacramentado la noche que hacemos nuestra vigilia. “( LS
1889, T.XXI pág 24)
He de confesaros que la lectura de los
escritos de Don Luis me ha ayudado a descubrir que la
Adoración nocturna no es otra cosa que una ocasión u oportunidad que se me da
para entrar en intimidad con un Dios que sabemos nos ama; a descubrir la maravilla de un Dios, tan cercano, que se ha quedado en el Sacramento
eucarístico para
aliviarme porque estoy cansado y agobiado, como Jesús mismo nos
prometió: "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os
aliviaré" (Mt 11, 28). No son palabras de cortesía. Probadlo y lo
experimentaréis.
Claro que es una cuestión inherente a
nuestra fe. Pero mi cauce ha venido de la Mano de Don Luis de Trelles. Ahora me
he convertido en un adorador que no deja de proclamar que la Adoración Nocturna
Española tiene que volver, si no en la
forma, quizás, sí en el espíritu, a recuperar los fines fundacionales.
La
Adoración Nocturna no nació para ser una institución clerical. Fue una
propuesta de laicos que, en medio del ámbito de sus responsabilidades civiles,
sociales, familiares y políticas, por el don bautismal, se retiraba en la noche
para adorar al Santísimo Sacramento, robustecer sus fuerzas y poder seguir en el ajetreo cotidiano, en la
brega de cada día.
No debe parecer nunca una institución
de gente “piadosita” que huye de la ciudad para cobijarse en la penumbra de los
templos. Aquí no hay tregua. La ciudad de Dios ha de surgir en medio de la
ciudad terrena. Permitidme la licencia de decirlo en un lenguaje fuerte: las
adoradoras y los adoradores nocturnos ni
“beatos” ni “meapilas”. Somos seglares que sabemos que un mundo mejor es
posible. ¿Acaso por los méritos nuestros? No, No y No. Por la fuerza que viene
del Señor. La
Adoración Nocturna tiene como fin, mediante la oración, la implantación de “la
civilización del amor”.
La
Adoración Nocturna Española sólo tiene una tarea: LA ADORACIÓN. ¿Pero qué es adorar sino ad-orar, orar con más
veneración, como el adamar de San Juan de la Cruz es más que amar? La adoración
nocturna es una escuela de oración,
en la que se aprende a orar para mejor amar. Orando una noche al mes, año tras año, para orar todos los días de la
vida. Me
diréis: eso es tarea de todos los bautizados y de todos los creyentes. Y tenéis
razón. San Ignacio de Loyola lo consideraba principio y
fundamento no solo para creyentes, sino
para todos los seres humanos. ¿Lo recordáis? "El
hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y,
mediante esto, salvar su ánima; y
las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para
que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue,
que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto
debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo cual es menester
hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a
la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera,
que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza,
honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos
conduce para el fin que somos criados.”
La Iglesia lo enseña en la doctrina y lo
vive en la liturgia, en la oración y en las innumerables obras con que manifiesta
el mandato de la caridad. Pero además la Iglesia cumple su función en los mil
carismas que se han ido manifestando en el tiempo, en las órdenes
contemplativas, en las atentas a la caridad o en las mixtas como las Hijas de
la Madre Teresa de Calcuta. El Espíritu Santo vivifica la vida de la Iglesia. Es admirable la
diversidad y la unidad.
Y fue el Espíritu Santo, precisamente en el
siglo XIX, en el siglo de las revoluciones que han cambiado la faz del
occidente y de la cristiandad, quien inspiró, en España a un laico, para
difundir una humilde institución que enseñara a los seglares, hombres y
mujeres, que el camino de salvación viene de la oración; que el único remedio
para superar la tempestad contra la Iglesia, vendría de la mano de La Adoración
Eucarística y de La protección maternal de la Santísima Virgen. La Adoración en todas sus manifestaciones es un
instrumento providencial, siempre bajo el amparo de María, para el triunfo total de la Iglesia.
Con Santa Teresa, Don Luis de Trelles repetía,
“no es una cuestión de saber, sino de amar” . Repito el párrafo con que he
iniciado el escrito: “He aquí, mis amados consocios, a qué nos llama la Vela
nocturna; somos llamados a la adoración,
a la oración, a la reparación de las divinas ofensas, en la audiencia privada
que nos otorga el amor de Dios Sacramentado la noche que hacemos nuestra
vigilia. ” ( LS 1889, T.XXI pág 24)
Sería un error considerar que la
celebración de la eucaristía, el rezo del santo rosario, la liturgia de las
horas, o el tiempo dedicado a la contemplación en silencio, son cuatro
variedades distintas entre sí por la
forma y por el fin. Son sin duda los cuatro modos que la Iglesia emplea para
entrar en contacto con el Señor. Una oración vocal que no brotara del corazón y no fuera
consciente de lo que dice ni a quien se lo dice, sería runruneo vocal, pero no
oración. Las cuatro formas, cuya cúspide es la Eucaristía, son encuentros de
amistad con quien sabemos nos ama, reces los salmos, el santo rosario,
contemples en silencio o adores al Señor sintiéndote partícipe en el sacrificio
y en el sacramento de la Cruz.
¿Quieres
ser adorador? Entra dentro de ti, ponte en presencia de Dios, y con el ritmo
del manual, declárale tus amores al Señor y escucha cómo te corresponde. En la noche de tu turno también Él te dice: “Yo también te amo”.
Preguntas para el
diálogo y la meditación.
■¿Es
la oración el medio propio de un adorador para acercarse a la presencia de
Dios? ¿Será
suficiente para orar mover los labios o
será lo verdaderamente humano saber con quién hablamos y entender lo que decimos para que arda en
amores agradecidos nuestro corazón?
■Muchos son los enemigos que nos impiden entrar en
la oración. ¿Sabes que es requisito previo para orar el silencio interior y
exterior, dejar las preocupaciones y afanes a la puerta de la iglesia y centrar
nuestra mente y nuestro corazón en El Señor, en su presencia real, en que te
está esperando con los brazos abiertos? No te desanimes. Sosiega una y otra vez
“la loca de la casa” la imaginación y con paciencia repítete: Mi Señor está aquí.
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