«¿DÓNDE
ESTÁ EL REY DE LOS JUDÍOS QUE HA NACIDO? ».
El Evangelio que se lee en esta solemnidad dice:
“Cuando Jesús nació en Belén de Judá, unos magos procedentes de Oriente,
guiados por una estrella, entran en una casa, ven al niño con María, su madre,
y postrándose le adoran, abren luego sus cofres y le ofrecen oro, incienso y
mirra” (Mt.2, 1 y 9-11). ¡Precioso y encantador relato!
En el texto evangélico de San Mateo se nos
habla de “magos de Oriente” sin concretar su país, ni la nacionalidad. Es
probable que se tratara de unos sacerdotes astrólogos de Arabia, dada la
calidad de los regalos: incienso, oro y mirra, elementos propios de esa nación.
Esto que narra el
evangelista ha tenido repercusión en la tradición cristiana, como se puede ver en las catacumbas romanas, datadas
en el siglo III, en los primeros tiempos del cristianismo, en las que se pueden
ver pintadas en sus paredes las imágenes de estos personajes. Tertuliano les
llama “Reyes magos”, expresión que hizo fortuna, al ser comúnmente válida y
aceptada por todos. Más tarde, en el siglo VIII, en unos escritos atribuidos a
San Beda les dan los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Los Reyes Magos reconocen y adoran al niño
de Belén, hijo de María y de José, como Dios, Rey y Hombre, regalándole
incienso, oro y mirra, como signo de reconocimiento y adoración llena de
ternura y amor. A la luz de la Palabra de Dios, podemos afirmar que la Epifanía es una llamada a la
fe. Los magos, representan a todos aquellos que buscan al verdadero Dios y que
están abiertos a los signos que Él quiere dar. En este caso, el signo es
la estrella, pues es el medio más acorde con su experiencia, puesto que eran
astrónomos. Se significa su decisión para ponerse en camino, la firme decisión
de ponerse en búsqueda y de responder a una llamada de Dios, de la que no había
muchos precedentes tan nítidos, para una gente que no era de ese pueblo. Sin
embargo, ellos responden activa y positivamente, mientras que ese no es el caso
de Herodes y de los sacerdotes, que sí que tenían muchas señales de la
presencia y acción de Dios en la Historia, puesto que conocían el testimonio de
las Escrituras. Esta fiesta ha cuajado profundamente en la cultura popular
cristiana. Los cristianos, a partir del siglo V, comienzan a celebrar la fiesta
de los Reyes Magos, como la Epifanía o manifestación del Niño Jesús, Salvador
del mundo.
En esta Navidad hemos escuchado que nos ha
nacido el Señor, el Salvador, Luz del mundo… Ese es Jesús, la mayor de las
estrellas que ilumina nuestro camino y cada día que pasa luce con más fuerza.
Él es la luz que no conoce ocaso y que la vemos límpida por medio de la
oración, la Palabra de Dios y los sacramentos y a todos, como a los Magos, nos
pone el Señor una estrella en el horizonte, nos regala una estrella que nos
indica dónde encontrarlo. La estrella que más nos ilumina en estos tiempos es
la de la caridad, una senda ancha y espaciosa, una autopista que nos lleva a
Dios.
Aprovechemos, como estos personajes, las señales que
nos da Dios para ponernos en camino sin desanimarnos; sabemos que el camino
está iluminado, pues, ¡adelante!: “El mundo
moderno exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración,
caridad para con todos, especialmente para con los pequeños y los pobres,
obediencia y humildad, desapego de sí mismos y renuncia. Sin esta marca de
santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los
hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda” (Pablo VI, EN, 76).
También es
posible que, como a los Magos, de repente, la estrella se esconda. Surgen las
dudas, los miedos, los interrogantes, las tentaciones para abandonar y regresar
a los palacios que habíamos dejado detrás de nosotros. Calma, entonces,
¡aguardemos a que aparezca de nuevo la estrella! Dios, nunca olvida a sus
amigos. Dios nunca deja al hombre perdido a su suerte. Dios, en Belén, se ha
comprometido con el ser humano dándole alegría y fuerza para seguir adelante.
Que el Señor nos conceda la fuerza, su
fuerza, y el don de la fe.
+ José Manuel Lorca Planes - Obispo
de Cartagena
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