ENERO
2019
«Justicia,
solo justicia has de buscar» (Dt 16, 20).
El Libro del Deuteronomio se presenta como
una serie de discursos pronunciados por Moisés al
término de su vida. Este recuerda a
las nuevas generaciones las leyes del Señor mientras contempla desde lejos
la Tierra Prometida, hacia la cual ha guiado con valentía al pueblo de Israel.
En este libro se presenta la «ley» de Dios
en primer lugar como la «palabra» de un Padre que se preocupa de todos sus
hijos. Es un camino de vida que Él da a su pueblo para realizar un proyecto de
Alianza. Si el pueblo la observa fielmente, por amor y gratitud más que por
miedo a los castigos, seguirá disfrutando de la cercanía y la protección de
Dios.
Uno de los modos de realizar concretamente esta Alianza, recibida como un regalo de Dios, consiste en perseguir con decisión la
justicia. Quien es fiel la pone en
práctica cuando recuerda con gratitud la elección que Dios ha hecho de su
pueblo y evita adorar a cualquiera que no sea el Señor, pero también cuando
rechaza beneficios personales que le ofuscan la conciencia ante las necesidades
del pobre.
«Justicia,
solo justicia has de buscan»
La experiencia cotidiana nos plantea
muchas situaciones de injusticia, incluso graves, que afectan sobre todo a los
más débiles, los que sobreviven al margen de nuestra sociedad. ¡Cuántos Caínes
usan la violencia contra su hermano o su hermana!
Erradicar las desigualdades y los abusos es una exigencia
de justicia fundamental, empezando por nuestro corazón
y los lugares donde desarrollamos nuestra vida social. Y sin embargo, Dios no
lleva a cabo su justicia destruyendo a Caín, sino que se preocupa de protegerlo
para que reanude el camino (cf. Gn 4, 8-16). La justicia de Dios consiste
en dar nueva vida.
Los cristianos hemos conocido a Jesús. Con
sus palabras y sus gestos, pero sobre todo con el don de la vida y la luz de la
Resurrección, Él nos ha desvelado que la
justicia de Dios es su amor infinito por todos sus hijos. A través de Jesús se nos abre también a nosotros el
camino para poner en práctica y difundir la misericordia y el perdón, que es
también fundamento de la justicia social.
«Justicia, solo justicia has de buscar»
Este
versículo de la Escritura ha sido elegido para celebrar la «Semana de oración
por la unidad de los cristianos» de 2019, que en el hemisferio norte se
celebra del 18 al 25 de enero. Si acogemos esta Palabra como se nos propone,
podremos trabajar para buscar los caminos de la reconciliación, ante todo entre
los cristianos. Luego, poniéndonos al servicio de todos, sanaremos eficazmente
las heridas de la injusticia.
Así lo experimentan desde hace años
cristianos de distintas Iglesias que se dedican conjuntamente a los presos de
la ciudad de Palermo (Italia). La iniciativa partió de Salvatore, miembro de
una asociación evangélica: «Me di cuenta de las necesidades espirituales y
humanas de estos hermanos nuestros. Muchos de ellos no tenían familiares que
pudiesen ayudarlas. Se lo confié a Dios y lo hablé con muchos hermanos de mi Iglesia
y de otras Iglesias». Añade Christine, de la Iglesia anglicana: «Poder ayudar a
estos hermanos necesitados nos da alegría porque hace efectiva la providencia
de Dios, que quiere que su Amor llegue a todos a través de nosotros», Y Nunzia,
católica: «Nos ha parecido una ocasión tanto para ayudar a estos hermanos
necesitados como para contribuir a anunciar a Jesús incluso mediante las
pequeñas cosas materiales».
Es un modo de realizar lo que expresó
Chiara Lubich en 1998 en la iglesia evangélica de Santa Ana, en Augsburgo,
durante un encuentro ecuménico:
«[...] Si los cristianos echamos un
vistazo a nuestra historia [...], no podemos dejar de sentir dolor al darnos
cuenta de que esta ha consistido en muchos casos en un sucederse de
incomprensiones, disputas y luchas. Ciertamente, por culpa de circunstancias
históricas, culturales, políticas, geográficas y sociales..., pero también
porque ha faltado entre los cristianos su elemento unificador característico:
el amor.»
«Un trabajo ecuménico será fecundo de
verdad en la medida en que quienes se dedican a él vean en Cristo crucificado y
abandonado que se vuelve a abandonar en el Padre, la clave para entender
cualquier falta de unidad y para recomponerla. [...] Y la unidad vivida tiene
un efecto [...]. Se trata de la presencia de Jesús entre varias personas, en la
comunidad. "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre -dijo Jesús-,
allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,
20). Jesús entre un católico y un evangélico que se aman, entre anglicanos y
ortodoxos, entre una armenia y una reformada que se aman. ¡Cuánta paz ya desde
ahora, cuánta luz para un camino ecuménico recto!»,
Leticia Magri
No hay comentarios:
Publicar un comentario