«HOY SE HA CUMPLIDO ESTA
ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OÍR»
La Galilea de los Gentiles que
contemplaron sus ojos, siempre se vive en primavera con la presencia de Jesús
de Nazaret. Llega a la Sinagoga de su pueblo como “buena noticia para los
pobres”. No se queda encerrado en sus proyectos, sino que sale a los caminos y
va a enfrentarse a la asignatura más complicada que es anunciar el Evangelio a sus
paisanos de Nazaret. Sabe que “ha venido
a los suyos y los suyos no le recibieron” y, sin embargo, vuelve una y otra vez a ser anuncio de paz y de
libertad para los suyos, para esos paisanos suyos que cerraron sus oídos.
Lee el texto de Isaías, como quizás lo
había hecho en muchas otras ocasiones en su pueblo, en el sabbath. Sin embargo, aunque repite de forma literal el texto de
Isaías, hay una cosa, una palabra que se la traga y no la proclama. El texto original de Isaías habla de la venganza
de Yavhé y, sin embargo, el Señor no ha
venido a vengarse, sino a hablar a los cautivos y a proclamar el año de gracia
del Señor. Es impresionante el Amor que el Señor nos tiene a todos. Todos
se asombran de la sabiduría que sale de su boca. Se admiran, pero no le siguen
ni tampoco se hacen eco para dejar que cale en su corazón la Buena Noticia del
Nazareno.
Siempre es complicado y difícil romper con
nuestros prejuicios. Abrirse siempre al que viene en nombre del Señor nos
cuesta y, además, mucho. Es tan fácil descalificar cuando las cosas no nos
convienen, tratando siempre de echar balones fuera como si la cosa no fuera
con nosotros y seguimos, tiempo tras
tiempo, aplazando nuestra entrega, nuestra santidad, pensando que el mensaje de Jesús no va dirigido a nosotros.
Por último, el Evangelio que es proclamado
y no es aceptado, lleva a sus paisanos a tratar de quitarse a Jesús de en
medio. Nos molestan las enseñanzas de Jesús cuando no tenemos limpio el
corazón. Y nuestra vida se llena de pegas y dificultades para seguir a Cristo
con todas las consecuencias. Al final,
el Señor, se aleja de aquellos que no le quieren bien. Ellos deberían
pensar la frase de San Agustín: “Tener a un Jesús que pasa y no sé si volverá a
pasar”. Él, Jesús, siempre nos
espera, pero hay momentos en los que pasa por nuestra vida y debemos aprovecharlo
y no dejarle escapar.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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