TIEMPOS LITURGICOS

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sábado, 26 de enero de 2019

DOMINGO 27 DE ENERO DE 2019, 3º DEL TIEMPO ORDINARIO

«HOY SE HA CUMPLIDO ESTA ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OÍR»


     La Galilea de los Gentiles que contemplaron sus ojos, siempre se vive en primavera con la presencia de Jesús de Nazaret. Llega a la Sinagoga de su pueblo como “buena noticia para los pobres”. No se queda encerrado en sus proyectos, sino que sale a los caminos y va a enfrentarse a la asignatura más complicada que es anunciar el Evangelio a sus paisanos de Nazaret. Sabe que “ha venido a los suyos y los suyos no le recibieron” y, sin embargo, vuelve una y otra vez a ser anuncio de paz y de libertad para los suyos, para esos paisanos suyos que cerraron sus oídos.
     Lee el texto de Isaías, como quizás lo había hecho en muchas otras ocasiones en su pueblo, en el sabbath. Sin embargo, aunque repite de forma literal el texto de Isaías, hay una cosa, una palabra que se la traga y no la proclama. El texto original de Isaías habla de la venganza de Yavhé y, sin embargo, el Señor no ha venido a vengarse, sino a hablar a los cautivos y a proclamar el año de gracia del Señor. Es impresionante el Amor que el Señor nos tiene a todos. Todos se asombran de la sabiduría que sale de su boca. Se admiran, pero no le siguen ni tampoco se hacen eco para dejar que cale en su corazón la Buena Noticia del Nazareno.
     Siempre es complicado y difícil romper con nuestros prejuicios. Abrirse siempre al que viene en nombre del Señor nos cuesta y, además, mucho. Es tan fácil descalificar cuando las cosas no nos convienen, tratando siempre de echar balones fuera como si la cosa no fuera con nosotros y seguimos, tiempo tras tiempo, aplazando nuestra entrega, nuestra santidad, pensando que el mensaje de Jesús no va dirigido a nosotros.
     Por último, el Evangelio que es proclamado y no es aceptado, lleva a sus paisanos a tratar de quitarse a Jesús de en medio. Nos molestan las enseñanzas de Jesús cuando no tenemos limpio el corazón. Y nuestra vida se llena de pegas y dificultades para seguir a Cristo con todas las consecuencias. Al final, el Señor, se aleja de aquellos que no le quieren bien. Ellos deberían pensar la frase de San Agustín: “Tener a un Jesús que pasa y no sé si volverá a pasar”. Él, Jesús, siempre nos espera, pero hay momentos en los que pasa por nuestra vida y debemos aprovecharlo y no dejarle escapar.


          + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres 

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