LA PURÍSIMA
En el contexto del adviento, brilla la fiesta de María Santísima, primera redimida, fruto y primicia de la redención de Cristo. Esperamos un Salvador, nuestro Señor Jesucristo. El viene a librarnos del pecado y a darnos la libertad de los hijos de Dios. Romperá nuestras cadenas, las cadenas del pecado, que nos atan a nuestros vicios y egoísmos. Y viviremos con él la libertad de la gracia, la libertad del amor, que nos hace hijos de Dios y hermanos de todos los hombres.
En María todo esto se ha cumplido. Por
eso, ella va delante de nosotros como madre buena e inspira nuestro caminar.
Mirándola a ella, entendemos la vida cristiana y a dónde nos quiere llevar el
Señor. María ha sido colmada de gracia en el momento mismo de su concepción, y
por eso, librada de todo pecado, incluso del pecado original. Es la Inmaculada Concepción, la Purísima, la Llena de gracia. "Toda hermosa
eres María y en ti no hay mancha de pecado original".
Esta
dimensión de María ha sido vivida en la historia de la Iglesia de manera
universal, y particularmente en España. Por eso, María es patrona de España en este título de la Inmaculada. España contribuyó especialmente a
que esta verdad se extendiera por todo el mundo. España capitaneó los votos inmaculistas, es decir,
las promesas de defender la limpia concepción de María Santísima, su libertad
del pecado y su plenitud de gracia desde el comienzo. En 1854 el papa Pio IX
proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, y desde entonces todos los años
el Papa va a la plaza de España en Roma para depositar un ramo de flores a la
Inmaculada. La Inmaculada y España van unidas en este gesto del Papa, que
perdura hasta el día de hoy.
De una Carta semanal del Obispo de
Córdoba, Mons. Demetrio Fernández.
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