«¡BENDITA
TÚ ENTRE LAS MUJERES, Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE!
Nos vamos acercando al verdadero
Acontecimiento que ha marcado la historia de los hombres, ese día en el que
Dios dejó de enviarnos más mensajeros para hacerse Él mismo mensaje y mensajero
a la vez. Portador y portavoz de un proyecto amoroso por el que volvía a
estrenar el ensueño truncado y fallido por el mal uso de la libertad de los
hombres.
En este cuarto domingo de Adviento, escala
última antes de Navidad, se nos presenta a María como contrapunto de obediencia
y fidelidad.
También a nosotros se nos ha anunciado
esta Buena noticia prometida: Dios sin dejar de ser el
Altísimo, será un Dios-con-nosotros, un Dios que ha querido acamparse en
nuestro suelo, hablar nuestro lenguaje, sufrir en nuestros dolores y brindar
en nuestros gozos.
… Él es Dios y con-nosotros para que
nosotros estemos con Él y con cuantos Él ama,
para que podamos estar hasta con nosotros mismos, sin censura acalladora y sin
traición reductora de cuanto nos constituye. En este horizonte aparece María,
como alguien que se fió de Dios, que le dejó ser Dios (tremendo misterio de
nuestra libertad humana y de la condescendencia divina), consintiendo que su
Palabra eterna se hiciera biográfica en la entraña de su historia de mujer
creyente.
María co-protagonizó el primer Adviento y
recibió la misión al pie de la cruz de co-protagonizar todos los Advientos desde su intercesión maternal hacia
los hermanos de su Hijo. Debemos
descubrir que jamás molestamos a un Dios que ha querido amarnos hasta ser-estar
con nosotros. Y
pedimos que nos conceda tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él:
que acogiendo y contemplando al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser
también hermanos-entre-hermanos.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo
de Oviedo
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