«PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, ALLANAD
SUS SENDEROS…»
El
mensajero es Juan Bautista (que junto con Isaías y María, forma parte de la
tríada que nos acompañará en todo este tiempo litúrgico). Fue un profeta
querido y temido, porque cantaba las verdades sin pose ni ficción. Pagó caro su
amor a la verdad. Pero no sólo la decía, sino que sobre todo la vivía, la decía
viviéndola.
Su mensaje se llega hoy hasta nosotros
haciéndonos la misma invitación que hace 2000 años hizo a otra gente: está por venir otro,
alguien especial, por quien el corazón
de todos los hombres ha estado siempre en vilo; avivad, pues, vuestra espera, encended vuestra esperanza,
y cambiad, convertíos, porque Él, el esperado por todos y por ti... está para
llegar.
… Juan Bautista, entrará a saco para ir al
grano y preguntar sin ambages a los de entonces y a nosotros los de acá: ¿qué
caminos andas tú? Porque el Mesías no viene por todos los caminos. A saber: el
camino de la injusticia, el camino de la violencia, de la inmisericordia, de la
dureza, del olvido, de la idolatría, de la tibieza... por ahí no vendrá Él. Es
imposible caminar por estos andurriales creyendo que nos llevan a Belén.
En el cruce de caminos de mi vida con la
suya, en las sendas allanadas y las colinas descendidas, quiere el Señor mostrar a cuantos
quieran ver, su Bondad y su Ternura, sin
distinción de raza, lengua y nación. Y así termina este Evangelio: “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6).
Tremendo misterio, que Dios haya querido en buena parte supeditar el que esa
salvación sea vista, a que yo no tenga, no ande, los caminos indebidos que
ofenden a Dios y manchan al hombre.
Sólo queda enderezar lo torcido, allanar
lo altanero, igualar lo escabroso.
Dios nos quiere camineros y caminantes para que nuestros pies frecuenten las
sendas por las que Dios vino, viene y vendrá; caminos
que huelen a tomillo de paz, gracia y comunión, caminos de horizontes largos
donde la gente se ve de lejos y los rostros como son, caminos llenos de la
misericordia y lo entrañable, caminos propios de Dios.
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Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo
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