JUNIO: Eucaristía y Doctrina
Social de la Iglesia
Principios y valores en la Doctrina Social de la Iglesia
Nos toca hoy, en este tiempo de formación
permanente de los adoradores, terminar de presentar los contenidos del
capítulo IV del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia publicado por el
Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. Abordaremos el principio de Participación y el de Solidaridad y
pasaremos a tratar también de los valores fundamentales (verdad, libertad y justicia), en íntima conexión con
los principios estudiados. Finalmente y como síntesis de lo expuesto en este
capítulo del Compendio afrontaremos la llamada Vía de la Caridad.
La participación.
La naturaleza y dignidad de la persona humana según el plan
creador de Dios implica el
derecho y la obligación de implicarse en los diversos niveles y
responsabilidades de la Sociedad. Nadie puede ser excluido, nadie debe abstenerse. Es algo íntimamente ligado a los principios ya
expuesto de Bien común y de Subsidiariedad.
Tal
principio debe aplicarse con sentido de gradualidad, en función de
las capacidades y situaciones de cada persona, pero sin
llegar nunca a una exclusión completa de ninguna.
Este principio se opone a concepciones
totalitarias y dictatoriales de la organización de los estados, y se extiende a
otros niveles de la vida social pública o privada. Pero también significa un
reto para los modos de organización democráticos, particularmente los
representativos (se participa por medio de un “representante”), en especial
cuando la representación se hace por medio de asociaciones o partidos
políticos. Estos nunca pueden sustituir a los ciudadanos, ni estos moralmente
pueden hacer dejación en los mismos. Tales agrupaciones han de ser una ayuda a
la participación no una forma de delegación de la misma. Por eso los
representantes han de ser controlados y han de depender de los electores más
que de los “aparatos” de sus partidos o coaliciones. De no ser así la
participación se degrada.
Pero derecho y obligación de participar no
quiere decir falta de reconocimiento de la autoridad legítimamente constituida,
en el Estado o en otros niveles de la vida social. La participación exige, por el contrario, mayor
obediencia, más responsable e interiorizada, a las decisiones en las que uno
participa.
Solidaridad.
Este principio deriva de la común dignidad
de la persona y de los principios del bien común y del de destino universal de los bienes. Como en una cordada todos, más
allá de las fronteras de cada agregación social (nación, región, municipio,
empresa, familia…), dependemos de todos y todos hemos de velar por todos. No podemos tomar los atajos del egoísmo. Los
problemas y carencias de cada ser humano son de todos los seres humanos y todos
hemos de poner nuestro granito de arena por solucionarlos. Es una consecuencia
también de la organicidad de la sociedad, tal y como la plantea la Biblia. Cuando uno sufre,
todos sufrimos, cuando uno
está sano y gozoso, todos estamos bien.
Digamos una
palabra sobre los valores fundamentales.
Verdad, libertad y justicia están ligados a los principios que venimos
enumerando, son como su caldo de cultivo. Estos valores
fundamentales e irrenunciables son la base de la virtud cívica o social,
sin ella es imposible perseverar en los Principios antes expuestos.
La verdad garantiza un nivel de confianza entre cuantos integran la sociedad y todos sus agregados
menores. La persona, por su dignidad merece se le diga y trate con verdad. Esto
no es incompatible con el respeto por la dignidad e intimidad del otro. No se
tiene derecho a saberlo todo. La
libertad, se desarrolla en la verdad, y es la cualidad más propia de la
persona, que la distingue de las demás criaturas y la permite hacer
lo que le es propio y beneficioso para sí y sus semejantes con la adhesión de entendimiento y voluntad sin
coacción ni engaño.
Muchos hoy desconocen o confunden la naturaleza
de la libertad y la identifican con la posibilidad de elección. Se precisa una
adecuación a nuestra naturaleza y al bien común, no basta con no ser forzado o
coaccionado en la elección, si falta tal adecuación se va perdiendo
capacidad de elección se va autolimitando la propia libertad.
La
justicia, en todas sus dimensiones o acepciones del concepto, reclama el
respeto de los derechos de cada persona humana sola o encuadrada en cualquier nivel de agregación social. El sentido o
virtud de la justicia atempera la propia avidez y predispone al respeto de los
derechos ajenos, a la par que se ve garantizada la solidaridad.
Una sociedad o cualquier agregación social para estar sana precisa un
alto nivel de virtud cívica, que comienza por estos valores
fundamentales. La educación
ha de cumplir la tarea de hacer que la vida de cada ser humano se nutra de un
ambiente en el que se ejercitan y respetan los principios y valores de los que
hemos hablado, hasta lograr su inserción plena en corazón y mente, hábitos y
costumbres, hasta hacerse cultura.
La vía de la Caridad.
Siendo la virtud de la Caridad la chispa divina que
hace al ser humano más semejante a Dios, “que es Amor”, se entiende que ella alienta y
unifica todos estos principios y
todos estos valores fundamentales que
sustentan la Doctrina Social de la Iglesia. De este modo
se puede plantear como síntesis de las aspiraciones y de los caminos para
alcanzarlas en la vida y en la doctrina social de la Iglesia la consecución
de una civilización del amor, una cultura de la Caridad. La Doctrina Social de la
Iglesia quiere ser conocida como esa “vía de la Caridad” que busca conseguir
una cultura de la caridad.
Aplicación a la vida del adorador.
La Eucaristía, memorial del
Señor, contiene y ofrece todo el Amor de Dios que por ella destila sobre los
files y la humanidad entera. Celebrando, comulgando y adorando, la Eucaristía se
hace vida en nosotros e impulsa sobrenaturalmente la Caridad y su desarrollo. Contribuye sobremanera a edificar en
cada fiel y en las comunidades la civilización del amor y sus instrumentos, la vía de la Caridad y la Doctrina Social de la
Iglesia.
Preguntas para el
diálogo y la meditación.
■ ¿Mi piedad eucarística y mi tiempo de adoración me
hacen vivir mejor la vía de la
Caridad? ¿Me empuja a ser más libre, veraz y justo? ¿Soy ejemplar en mi
solidaridad y compromiso de participación?
■ ¿Llevo a mi vida como adorador estos principios de participación y de solidaridad? ¿o me escaqueo y me
inhibo?
■ Mi contemplación del Misterio de la Eucaristía ¿me lleva cada día más
a profundizar y concretar mi amor a Dios y al prójimo?
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