«VINO JUAN A
VOSOTROS Y NO LE CREÍSTEIS»
El
Señor es siempre bueno y es siempre desconcertante porque nos introduce en la
lógica del don del Amor, de la coherencia que tanto nos cuesta. Estos dos hijos
representan dos actitudes del corazón humano ante el amor de Dios. Reaccionan
de distinta manera. Uno dice alegremente que sí, pero la dificultad del camino
le hacen vivir y decir en la práctica que no. El otro, quizás basándose en que
miraba demasiado sus propias fuerzas, dice que no. En el fondo, partía de su
propia realidad de pecados. Pero al final vive el “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”
y fue un sí porque cumplió con la voluntad del Padre. Quizás, contando con su
propia pobreza de alma para seguirlo cumpliendo su voluntad. Se confió plenamente
a sus planes y, al final, el Señor alabó el que partiendo de su propia pobreza
se lanzó a cumplir la voluntad de Dios y a saber que nadie ni nada nos podrán
quitar el Amor de Jesús. Sin ese Amor de Cristo no podemos cumplir su voluntad. Nuestra vida está siempre envuelta en
nuestra respuesta a Cristo, donde nos jugamos todo.
Es
creer en su Amor. Es Él, el que nos abre a decir que sí. Ha sido lo que
hicieron los pecadores, las prostitutas, que desde su realidad se abrieron al
Amor de los Amores. No se cerraron a cumplir su voluntad, pues sabemos que el
Señor es siempre un sí incondicional para el que se fía de sus proyectos. Él,
siempre lleva a buen término lo que empezó en nosotros.
No es difícil pensar y aterrizar que en
este pasaje del Evangelio en el sí que luego fue y que no está representado por los religiosos de su
tiempo, los fariseos, que perteneciendo al pueblo elegido con respecto a Jesús
terminó siendo un no. Y el otro grupo que partiendo de que eran las
prostitutas, los pecadores, los publicanos eran un no a Dios porque estaban
fuera de la ley de Dios, pertenecían a lo que el Papa llama las personas del
“descarte”, al final fueron un sí y acogieron, desde su pobreza, la salvación
de Jesús.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres
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